Una película que muestra la idiosincrasia (en parte) de la composición más profunda debe ser una vuelta al recuerdo con el rigor en la representación en que se supone una historia, cómo se relata la toma de posición, el no cargar demasiado los indices de sensibilidad mal entendida, aunque, a veces, triunfa la versión dulcificada, incluso con su dramatismo, para el cierre en una sala de cine.
Splendor (1989), dirigida por gran director Ettore Scola, italiano por excelencia, la recuerdo con un aprecio especial, una película con intérpretes de nivel -Marcello Mastroianni, Marina Vlady, Massimo Troisi- que emiten sensibilidad y emociones, sin recargar la esencia del registro interpretativo, y que realzan el relato de la historia del propietario de una sala de cine en una localidad próxima a Roma.
El dueño del cine, su mujer, el taquillero, el proyeccionista... componen una pequeña familia, ilusionada por su trabajo, en un ámbito tan cercano como admirable. Debido a las circunstancias adversas y la escasa asistencia de espectadores por la televisión y la llegada del vídeo, al propietario, que ha dedicado toda su vida al cine, sin embargo, en los 80, no parece quedarle opción alguna para seguir abierto.
Sobre una composición cinematográfica en mi opinión excelente, con una combinación del blanco y negro junto al color, Splendor nos describe la situación de las salas en aquella época, una historia muy bien tratada, un hermoso canto al cine. Resulta curioso que, sin llegar a comparar ambos títulos, Cinema Paradiso se estrenó en 1988 y Splendor en 1989, triunfando la primera sobre el film de Scola.
Distintas en su entonación, Splendor no provocó el entusiasmo del espectador porque creo que no fue entendida en su tiempo. A pesar de esta escasa respuesta positiva, creo que Splendor, con su seria sencillez e instantes de flashback, es una película magnífica, un análisis menos condescendiente, real y equilibrado sobre una pantalla grande y las circunstancias de su momento con un final memorable.