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Crítica: "Matthias & Maxime", por Javier Collantes

El cine, como una parte más de la vida, conforma en las historias que nos narra, muchas veces, una cierta realidad del estado de las cosas, pensamientos, obras, actitudes y demás facetas del ser humano a través de películas trascritas del devenir en la forma de cada ser humano. Este preámbulo obedece a que el séptimo arte se sustenta en diversos puntos de vista, la sexualidad uno de ellos, pasando por sus diversas maneras de vivir, sentir y contar.


El cineasta Xavier Dolan frecuenta de nuevo sus lugares comunes y no traiciona a sus territorios conocidos. Matthias & Maxime es un relato veraz, intenso por momentos, pero con falta de equilibrio narrativo en su resultado final. En Montreal (Canadá ), durante la filmación de un cortometraje para la universidad, dos amigos, por encargo de una chica, ruedan una escena en la que ambos se besan y, a partir de ahí, se preguntan cuales son sus preferencias sexuales, un camino de averiguaciones antes de que uno de ellos  marche a Australia.


Con un tono más neutral y menos oscuro que sus anteriores films, Dolan nos narra una historia generacional, desigual por momentos, sobre los amigos, la familia, las fiestas, el paso del tiempo, las madres y sus conflictos. Con una excelente fotografía y unas interpretaciones correctas por parte del propio director, Anne Dorval y el resto de intérpretes, el relato se excede en duración abordando amores frustrados, homosexualidad y heterosexualidad.


Filmada con pulso pero con una cierta irregularidad en algunas secuencias, acelerando la cámara para impactar o tirando de fundido en negro, Matthias & Maxime quiere abarcar más de lo necesario, no es un film compacto y Dolan no alcanza su propio nivel con miradas y reflexiones para un drama identitario, una especie de Los amigos de Peter, o el cine francés-canadiense más reivindicativo de experiencias en modo terapéutico, al ritmo de los Pet Shop Boys, una historia que deambula por afluentes sin terminar de llegar a su destino.