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Crítica: "La isla de las mentiras", por Paco España

Justo antes del confinamiento que comenzó en marzo tuvimos la fortuna de contar en Cantabria con la presencia de Paula Cons, carismática periodista, productora, guionista y realizadora gallega que presentó en el Teatro Vimenor de Piélagos y en los IES González Linares de Santander y La Marina de Bezana, haciendo las delicias de alumnos y profesores, su anterior trabajo como directora, La batalla desconocida, excelente documental sobre la extracción de wólfram en España tras la Guerra Civil, material necesario para el blindaje de los carros de combate.


Con La isla de las mentiras, de cuyo guión también es responsable junto a Luís Marías -aunque en estas funciones ya intervino en la película Lobos sucios, de Simón Casal-, y que se puede ver en Filmin, hace su debut en la ficción. Cuenta la historia del vapor Santa Isabel, que se dirigía a Argentina y que naufragó frente a la isla de Sálvora, en la bocana de la ría de Arosa, el primero de enero de 1921, razón por la cual se le denomina el Titanic gallego. Viendo la película no me recuerda en nada a la famosa película de James Cameron y sí mucho a Los santos inocentes, de Mario Camus, en la que la pobreza y la humildad de las gentes sencillas les hace tomar medidas extremas en busca de la supervivencia y que contrasta con la superioridad y suficiencia de ricos y aristócratas en una España miserable.


Aunque el guión está basado en un hecho real, en el que tres de las mujeres de la isla salvaron a muchas personas de morir ahogadas, la guionista y directora especula sobre situaciones que están dentro de la hipótesis y la leyenda negra gallega, por lo que se queda en un terreno deliberado de indefinición propio de Miguel Gila y su famosa frase 'Aquí alguien ha matado a alguien', o de la también famosa expresión gallega 'As meigas non existen, pero as hai - Las meigas no existen, pero haberlas haylas'.


El presupuesto de la película no permite demasiadas florituras en las secuencias del naufragio y rescate, pero sí permite contar con estupendos intérpretes, tal es el caso de la protagonista, Nerea Barros, Goya revelación por La isla mínima, de Alberto Rodríguez, como lugareña ignorante y casi salvaje aunque de gran determinación; además del actor rosarino (como Messi) Darío Grandinetti, del que vengo siendo testigo de su trayectoria desde que intervino en las películas de Eliseo Subiela, en las que ya demostraba su descomunal calidad, que repite cada vez que su personaje le permite hacerlo. El casting también presta atención especial a actrices y actores de soporte, sobresaliendo en esta función Milo Taboada y Victoria Teijeiro con sendos trabajos que por su calidad permanecen en la memoria.