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Crítica: "Fourteen", por Javier Collantes

La denominación de cine independiente ha traspasado multitud de capas de estilo a lo largo del tiempo, por ejemplo películas distintas, sencillas y directas en su forma de narrar historias más personales y mostrar situaciones cercanas, una clase de cine que proyecta en sus trazos la idiosincrasia de otros puntos de vista, ni superiores ni inferiores, otras maneras de ver el cine, sin cortapisas incluso con los giros temporales de sus argumentaciones, tiempo y espacio. A este ejemplo se corresponde Fourteen, una propuesta de cine independiente norteamericano que bebe de las fuentes narrativas del cine francés, sobre manera de Rohmer, con destellos de Woody Allen.


Catorce nos relata una historia sencilla pero apasionante. Nueva York, dos amigas diferentes con sus respectivas experiencias de vida: una joven que en el trascurso de una década se vuelve más disfuncional; la otra, más estable, contempla, conversa y mira su propia historia y la batalla de su amiga con sus problemas. Día a día, conversaciones, relaciones sentimentales, frustraciones, depresiones.... en un ejercicio de cine tan sobrio como intenso que, en cada secuencia, emite la causa y el efecto del paso del tiempo. Estabilidad y dudas para dos mujeres en una delicada, exquisita, brillante película entre el devenir de vida y final.


La dirección de Dan Sallitt (también crítico cinematográfico), las excelentes interpretaciones del reparto (Taille Medel, Norma Kuhling, Lorelei Romani), la elipsis, el fuera de campo... hacen de Fourteen un relato de grandes dimensiones tanto por sus personajes como por los escenarios y los encuentros. También, obviamente, por una especie de 'trama' justificada. Fourteen es una película especial, una delicia de tonos femeninos cuya grandeza, riqueza humanista y, por supuesto, cine con hechuras tanto a nivel de guión como en sus encuadres. Catorce es un hermoso recuento de que la vida no solamente se encuentra en un lugar físico... Una maravilla de película.