Sin respuesta positiva en el momento del estreno ni por la crítica ni por el público con parecer general, Sunchaser (1996), de mi admirado Michael Cimino, es una película especial, una road movie cultural y liberadora con una banda sonora adecuada al ritmo de guión y la interpretación de Woody Harrelson.
Pasada por un tamiz de cine distinto, Sunchaser cabalga como una propuesta crítica a unos tiempos abordando, además de temas como la enfermedad y la medicina, el materialismo desde un punto de vista cambiante, un film aparentemente lineal al que un nuevo visionado calibra otros valores civilizadores.
Un oncólogo cambia su vida a raíz del secuestro de un paciente terminal, un indio navajo que le conduce en un viaje trepidante para buscar un lugar sagrado para la curación, un recorrido de secuestrador y rehén por carreteras solitarias y caminos polvorientos mientras la policía sigue sus pasos.
Relato apasionante en el que se funden thriller policíaco y mística, nuevos conceptos de las relaciones entre personajes y la capacidad visual del paisaje, Sunchaser, paradigma de otra forma de sentir, es Michael Cimino, su universo de historias con nuevos caminos, una película tan maldita como especial.