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Crítica: "Intemperie", por Paco España

Raíces profundas es la película que me viene al recuerdo al ver Intemperie. Una figura adulta, ajena al ámbito familiar, que funciona como ejemplo y referente para un niño que comienza su singladura vital y en el que se están formando, aparte de su carácter, su ética, su moral y los principios básicos de lo que va a ser el futuro hombre. En aquella Alan Ladd como 'Shane', en esta Luis Tosar como 'Moro', ofrecen al niño, que tiene que enfrentarse a cuestiones impropias de su edad, herramientas para entender e interpretar la dureza del entorno que les toca vivir, utilizando frases que probablemente aparezcan en la novela homónima de Jesús Carrasco en la que se basa la película: 'Demasiado fuego en el corazón, produce mucho humo en la cabeza. Eres muy joven para odiar así', 'Algunos vivos no merecen ningún respeto, pero los muertos si' o 'Las guerras son sitios donde unos desgraciados se matan entre si para que unos pocos sean mas ricos'.


Benito Zambrano, director de títulos tan estimables como La voz dormida y Habana blues (y de otro que forma parte de la historia de la cinematografía española, con mayúsculas, como Solas), se marca ahora una estupenda película, situándola en el secarral de esparto del norte granadino, muy similar a las 'badlands' de Dakota del Sur, por los que se podía ver al legendario actor Marion Robert Morrison, conocido popularmente como John Wayne, especialmente cuando calzada sus famosa botas tejanas con espuelas. Intemperie es un western con todas las de la ley y todos los aditamentos que se esperan de este género cinematográfico: el inocente que interpreta de manera sorprendente el niño Jaime López, al que pudimos ver en Techo y comida; el bondadoso, al que da vida Luis Tosar, que está asquerosamente soberbio, como todo lo que hace; el malo-malísimo, que tiene el rostro de Luis Callejo (Tarde para la ira), que da una enorme verosimilitud a un personaje perverso que lleva la injusticia y el abuso por bandera; y los secuaces Vicente Romero (Adiós) y Kandido Uranga (Diecisiete), grandes actores, sólidos y eficaces en cualquier papel en que te los encuentres.


Además, podemos ver jinetes a caballo, armas, disparos y mucho polvo de las llanuras, solo faltan los indios, pero teniendo en cuenta que desarrolla en la España rural, con la reciente guerra civil terminada, no hubiera faltado más que indios en el país. Para cortar cabelleras y lo que hiciera falta ya estaban los caciques, como el de la película, en un momento en el que la injusticia y la opresión gratuitas, aunque nunca lo sean, campaban a sus anchas en manos de los vencedores de la contienda y sus amigos. Lamentablemente la película no es capaz de poner la guinda final, ya que la resolución de la misma es muy previsible y convencional en este tipo de historias, tanto argumentalmente como en la planificación, lo que no impide que nos encontremos ante un título sumamente interesante, que se puede disfrutar con amplitud.