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Crítica: "El hoyo", por Paco España

Probablemente sea esta película una de las más desconcertantes a las que me he enfrentado en los últimos tiempos dentro del panorama cinematográfico nacional. Ha sido premio del público en el festival de Toronto y en Sitges acaparó los premios a la mejor película, dirección novel, efectos especiales y también el del público. Su premisa es tan fácil de explicar como difícil de comprender. Aún más sencillo si atendemos a su título anglosajón, The platform.


Una plataforma repleta de los mejores manjares gastronómicos parte del nivel 0 en un viaje vertical descendente. En cada nivel hay dos personas que pueden alimentarse de ella como quieran durante breves minutos antes de que continúe su descenso. A medida que va descendiendo niveles, los alimentos son más escasos y peor tratados. Los primeros niveles no tienen problemas, pero cuando el nivel es muy inferior los alimentos se han terminado y aún quedan muchas bocas que buscan alimentarse.


En la producción está Basque Films, EiTB, TVE y el Gobierno Vasco y se trata de la ópera prima del director Galder Gaztelu-Urritia, del que se conocen un par de cortometrajes, especialmente el megaviolento y carente de diálogos La casa del lago en el que ya se puede apreciar su habilidad en la creación de secuencias complejas nada convencionales. Es una película trepidante, inquietante, asquerosa, violenta, reflexiva y muchos otros adjetivos que cada espectador puede poner de su cosecha, pero lo que no se le puede negar es que su calidad, su ritmo, su guión, sus atmósferas y sus interpretaciones están por encima de lo que se puede ver habitualmente, creando imágenes imborrables en la mente de cualquier espectador, y eso, en los tiempos que corren, no es poco.


También es cierto que no es una película para todos los espectadores, ni para todos los estómagos, pero no estaría de más tener un recuerdo de ella cuando nos sentemos a la mesa en las, ya muy próximas, noches navideñas. El género fantástico al que pertenece la película se vehiculiza para hacer una evidente denuncia social de nuestro tiempo y de la sociedad de consumo. Habla, con diálogos muy elaborados, de los seres humanos, de la solidaridad y de la religión, Mesías incluido. Un excelente ejemplo de cómo este género se puede utilizar para contar otras cosas con la libertad artística que permite.


Los trabajos de interpretación son centrales en esta película ya que los escenarios son minimalistas, siendo los actores y las actrices l@s que permanentemente reclaman la atención del espectador, destacando el trabajo de Iván Massagué (Cerca de tu casa), Antonio San Juan (Todo sobre mi madre, Asfalto), Zorion Egileor (serie Estoy vivo), Emilio Buale (Bwana) y las breves intervenciones del estupendo Chema Trujillo y el entrañable Mario Pardo.