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Crítica: "Retrato de una mujer en llamas", por Javier Collantes

Las excelencias y la calidad del séptimo arte se encuentran, por instantes, en un gesto, una imagen o un plano, elementos que constituyen el arte más allá del cine, la pintura, la fotografía o la literatura, detalles que, como en la propia vida, son una chispa que ilumina sin alardes ni petulancias, cuestión de sensibilidad o criterios personales. Las películas de época evocan, además, el marco de la historia y añaden morales y evocaciones de otros tiempos, relatos que recrean y exponen desde una cámara su naturaleza primitiva.


Con una sensibilidad magistral, en Retrato de una mujer en llamas la cineasta Celine Sciamma rompe, de alguna forma, la estructura de la trama lineal para ofrecer una película en formato fílmico-teatral con una economía de medios modesta pero intensa en cada plano, secuencia y tempo fílmico, un maravilloso mosaico de cine, sublime en cada palabra y mirada desde la perspectiva de sus personajes. En la Bretaña francesa, en 1770, una pintora recibe el encargo de realizar el retrato matrimonial de una mujer que acaba de abandonar el convento.


Esta mujer no acepta casarse y se niega a posar para el retrato, por lo que la pintora se hace pasar por dama de compañía para observarla de día y pintarla por la noche, relación de intensidad máxima en la que el destino les depara una nueva visión de sus vidas. Palma de Oro en Cannes, Retrato de una mujer en llamas resulta una historia potente, de ritmo pausado pero a golpe de corazón, una historia bellísima, de amor y deseo, ternura y drama, cuya fotografía es de una estética grandiosa y sobresaliente, con el encuadre perfecto que define su arte plástica, cine clásico casi excepcional.


Retrato de una mujer en llamas, con apenas banda sonora, plasma un romance lésbico en otros tiempos, más duros, cuyos personajes, perfectamente perfilados, otorgan elegancia en su conjunto gracias a las grandes interpretaciones de Noemie Merlant, Adele Haenel y Luana Bajrammi, escuela francesa del registro interpretativo para la inmensa sencillez de una historia que toca y deja absorto sobre el amor, la sensualidad, el aborto, la prohibición... Silencio y contemplación para el visionado artístico y emocional de Retrato de una mujer en llamas.