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Crítica: "Maléfica: Maestra del mal", por Javier Collantes

Las diversas facetas del relato fantástico clásico en el cine de animación han sido dominadas por la gran Disney, un universo fascinante para trasladar los maravillosos cuentos a la pantalla grande. De un modo extraordinario, Disney nos ha encantado y se ha convertido en baluarte del cine realizado para el mundo infantil. Desde hace unos años, su exitosa producción combina estrenos animados y con personajes reales, conservando todos ellos su esencia en el mensaje final.


En 2014 llegó Maléfica, versión con personajes reales del gran clásico de la animación La bella durmiente, una actualización de la esencia del dibujo en acción real que impactó tanto a la crítica como a los espectadores. Ahora llega Maléfica: Maestra del mal, una secuela más épica, con más efectos especiales y, en teoría, una mayor profundidad de sus personajes con la petición de matrimonio por parte del Príncipe a la Princesa Aurora y el encuentro de ambas familias que supondrá un punto de inflexión en la convivencia provocando una guerra entre los humanos y criaturas que habitan otras tierras como las ciénagas.


Maléfica: Maestra del mal resulta inferior que su primera parte, entre otras cosas porque, por ejemplo, el ritmo narrativo no remonta en sus primeros 25 minutos, con una presentación de lentitud pasmosa dominada por un exceso de secuencias, palabras y actos que no soportan el peso del guión. A partir de ahí, la historia, con base en una trama simple pero efectiva, asalta el cielo encadenando batallas espectaculares y una explosión pirotécnica notable, todo ello bajo una dirección correcta de Joachim Ronning, una banda sonora apenas apreciable, una fotografía aprobada en sus tonalidades y rostros de cerámica digital.


Con un aspecto sin mesura, Angelina Jolie, también productora, interpreta su papel de forma satisfactoria, acompañada por las notables Michelle Pfeiffer y Elle Fanning. Maléfica: Maestra del mal es un film irregular que entretiene en determinados momentos pero resulta insulsa en muchos otros, pero, a fin de cuentas, se deja ver porque a veces nos hace volar y otras aterrizamos sin alas, sin castillos, sin princesas ni príncipes, ni criaturas del bosque...