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Crítica: "¿Podrás perdonarme algún día?", por Javier Collantes

Con la atenta mirada de nuevo del biopic -a veces diferenciada por el tono incorrecto de personajes ásperos, concisa en ideas sobre la creación artística y reiterada en la clarividencia de dichas vidas a pesar de confrontarse a sí mismas a modo de 'ser' o 'estar' mediante retazos ilustres de otras dimensiones humanas- y de una manera teóricamente frontal, la directora Marielle Heller construye en ¿Podrás perdonarme algún día? una historia en honor, gloria, cielo e infierno de la memoria de la escritora Lee Israel.


La que fuera superventas de gran éxito en los años 60, 70 y 80 firmando biografías, entre otras personalidades del mundo de la cultura, de Katharine Hepburn, Dorothy Kilgallen, Dorothy Parker, Humphrey Bogart... pasado el tiempo, y al decaer el interés del mercado hacia sus obras, decide, con la ayuda de un amigo, cambiar de método y empezar a falsificar cartas, frases y memorias de famosos para intentar conservar el éxito y seguir obteniendo grandes beneficios económicos.


Sin embargo, las sospechas de la autenticidad de los mencionados textos será, al mismo tiempo, el devenir de otra gran historia. Con estos ingredientes de fraude literario, ¿Podrás perdonarme algún día? se centra en estos dos personajes: ella, antisocial, lesbiana, soltera y fracasada en su vida sentimental que convive con un gato; él, su único amigo, homosexual y buscavidas. Ambos, como dos personas marginadas y la contra de los límites establecidos, ahogan sus penas en alcohol.


¿Podrás perdonarme algún día? retrata el ascenso y el descenso de una mujer con una vida amarga, latente en sus decisiones, llena de melancolía pero también de humor y cierta esperanza, una persona que se convirtió en el objetivo del FBI por sus fraudes, arrestada en 1993 y autora de una autobiografía en 2008 que entrega el título de la película sobre una frase propia atribuida por su parte a Dorothy Parker.


Dirigida correctamente, ¿Podrás perdonarme algún día?, un recorrido por la grandeza y la miseria de alguien diferente y sin arrepentimiento, queda entre algodones narrativos sin la suficiente profundidad, entrañable pero con escasa fuerza salvo secuencias aisladas y destacando la banda sonora y las grandes interpretaciones de Melissa McCarthy y un fantástico Richard E. Grant. Un viaje a los estados emocionales y creativos por los caminos tortuosos de un presunto triunfo. Una película aceptable, sin llegar a ser grandiosa.