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Crítica: "Carmen y Lola", por Paco España

Arantxa Echevarría es la primera directora española presente en el Festival de Cannes, concretamente en la Quincena de Realizadores, lugar donde se estrenó el pasado mes de mayo. La segunda proyección pública tuvo lugar en Santander, dentro de las actividades de la Semana Internacional de Cine de Santander, y su estreno en salas comerciales está previsto para el mes de septiembre.


Constatado este hecho, es fácil suponer que el número de espectadores de la película hasta hoy es muy reducido. Sin embargo, la corriente de opiniones desfavorables que circulan por internet es abundante. No me puedo creer que estemos ante un nuevo caso de ese deporte nacional que yo denomino 'El síndrome de La pelota vasca de Julio Medem', es decir, la aportación de vehementes opiniones de un producto audiovisual sin, ni siquiera, haberlo visto.


No está de más recordar que España es un país libre y democrático (desde el 1 de junio aún más) en el que, desde el respeto, se puede opinar de lo que se quiera, pero es innegable que esas opiniones deben verterse desde el conocimiento y no desde la ignorancia del tema en cuestión, porque, de no ser así, estaríamos hablando de un sectarismo radical propio de países muy alejados al nuestro.


Carmen y Lola es la historia de dos mujeres jóvenes, gitanas y lesbianas, cuatro características que no juegan a su favor en cuanto a la lucha por la autoafirmación personal que todo ser humano desea. Su directora, que debuta en el largometraje con este título, hace un retrato casi documental en la primera parte de la película, con abundante cámara al hombro para mostrar los personajes y su contexto: el mercado, la familia, la casa, la escuela...


Cuando la historia se centra definitivamente en los dos personajes protagonistas y sus sentimientos, la cámara se vuelve mas íntima y sosegada. La película rezuma sensibilidad y desborda respeto hacia todas las sensibilidades contrapuestas que aparecen en ella, por ello resulta difícil no sentir empatía por todos y cada uno de los personajes, por muy aparentemente alejados que se muestren en sus planteamientos vitales.


La fuerza de los lazos familiares dentro de la etnia gitana tiene tanto peso y valor como el deseo de felicidad dentro de la opción sexual personal de las dos protagonistas. La propuesta de Arantxa Echevarría es de una gran valentía y honestidad, como demuestra el hecho de que, según sus propias palabras, todas las personas que intervinieron en la película, que son muchas y la mayoría gitanas, sabían cual era el tema que se estaba tratando.


Esperemos que su estreno tenga la acogida que su calidad merece y el reconocimiento que ya ha tenido en su estreno en Cannes. La realizadora tiene una larga trayectoria como productora, escritora y directora, donde destacan interesantes títulos en el campo del cortometraje como son los casos de los muy diferentes Yo, presidenta y De noche y de pronto.