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Crítica: "Operación: Huracán", por Javier Collantes

El cine de entretenimiento, cine comercial y/o cine de evasión, está sujeto a las directrices de un denominador común: el tratamiento de argumentos de diversa índole que, con condiciones normales a nivel narrativo, consiguen una notable recaudación en taquilla, aunque, también es cierto, no todos los títulos estrenados consiguen el beneplácito del público ni el éxito de las excelentes recaudaciones. A pesar de dichos elementos, las películas comerciales, todo entrecomillado, son una parte del séptimo arte, aunque de arte muchas películas dejan mucho que desear.


Todo este preámbulo obedece al film que nos ocupa, una clase de cine realizado para entretener si te dejas de llevar por su ritmo entre secuencia y secuencia hasta arrastrarte como el huracán del título. Rob Cohen, director de películas muy comerciales alejadas del arte cinematográfico pero efectivas para un público muy determinado -Pánico en el túnel, A todo gas-, nos reta con la misma fórmula, una película que contiene los ingredientes necesarios, si uno es capaz de abstraerse y entrar en dicho planteamiento, de un film trepidante y entretenido, distante del cine sesudo pero espectacular.


El cine de catástrofes ha obtenido, casi siempre, el favor del público. El 'cine de no pensar', frase que nunca he entendido pues se piensa siempre que una persona está viva -se ha aceptado como frase coloquial para un determinado tipo de espectador-, podría ser el contexto fílmico de Operación: Huracán, la historia de un ciclón que se acerca un pueblo del estado de Alabama, lugar donde dos hermanos, uno meteorólogo y el otro un mecánico, viven traumatizados por el pasado, precisamente a causa de otro. Ante la llegada de uno mucho más fuerte, ambos tendrán que evacuar la zona.


Si no fuera suficiente, el Departamento del Tesoro norteamericano trabaja para destruir 600 millones de dólares en billetes antiguos antes de que llegue la brutal tormenta. Mientras los agentes pretenden establecer un generador eléctrico y hacer funcionar la máquina de la destrucción del dinero, se prepara un golpe para hacerse con ese efectivo. Con este argumento, Operación: Huracán cabalga entre el cine de catástrofes y el cine de atracos, dos por uno que nos ofrece un tratado espectacular en efectos muy bien realizados, cine de sobremesa con el sonido y la pantalla de una sala de cine.


Un reparto interpretativo exento de química, muy penoso, se equilibra con un manifiesto de intenciones en el que no se engaña a nadie, un cine nada acrílico pero con una combinación de géneros que funciona, cine de adrenalina espectacular en sus secuencias y que, sin resultar redondo en su resultado final, se deja ver meritoriamente como un film presentable, eso sí, siempre bajo el punto de vista de cine palomitero y de refresco. No hay más, simplemente mejor de lo esperado.