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Crítica: "Oro", por Paco España

Como reza esa adivinanza con la que todos hemos topado en nuestra infancia -'Oro parece, plata no es-', plata no es... ni bronce, ni níquel, ni estaño, ni cobre, quizá latón, pero del de mala calidad y algo de plomo también. Me resulta difícil de comprender como el realizador de la gran película que es Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto sea el mismo de Oro. Se podría decir que la longitud del título es directamente proporcional a las calidades intrínsecas de la propia película.


A pesar de los ocho millones de euros de presupuesto, aún muy alejados de los 24 de Alatriste y con un reparto de campanillas -Raúl Arévalo, José Coronado, Bárbara Lennie, Óscar Jaenada, Luis Callejo, Antonio Dechent, Juan Diego, José Manuel Cervino, Juan José Ballesta, Andrés Gertrudix...-, es una película infame, que, a pesar del esfuerzo de sus intérpretes, no pasa de ser una sucesión de secuencias sin conexión alguna, solamente la evidente y única búsqueda de la ciudad construida con oro.


La estanqueidad de las secuencias, en las que se ve claramente cómo han sido preparadas, planificadas y rodadas de manera independiente para inmediatamente pasar a la siguiente; la incredulidad de sus diálogos e interrelaciones de los personajes de una pieza, sin vislumbrarse la menor evolución dramática en ninguno de ellos, desde que aparecen en pantalla hasta que mueren, si es que lo hacen...


José Manuel Cervino, el capitán desalmado; Oscar Jaenada, el perverso cabreado; José Coronado, el 'apagafuegos' permanente; Raúl Arévalo, el honesto descubridor y seductor; Luis Callejo, el religioso y perverso sexual; Andrés Gertrudix, el escribiente pasivo que mantiene la misma posición en todos los planos; Antonio Dechent, el constante apoyo en la construcción del plano... Todos ellos carecen de progresiones y acciones lógicas en un entorno tan hostil como tiene que ser la selva tropical. 


Mención aparte merece la mágica aparición del caimán invisible que devora a un hombre de un bocado. Siempre resulta más barato mostrar el agua moviéndose que al monstruo del río. Todo este catálogo de despropósitos, y otros más que el sufrido espectador puede descubrir, hacen de esta propuesta cinematográfica una de las más vergonzosas desde la mencionada Alatriste, curiosamente del mismo director y basada también en un relato del gran reportero de antaño -y endiosado escritor actual- Arturo Pérez-Reverte, en esta película, además, con funciones de coguionista.


A mi que me pareció insufrible el artefacto que dirigió Carlos Saura en 1988, titulado El Dorado, esta lo mejora. Comparar Oro con un episodio de El Ministerio del tiempo es un insulto para los hermanos Olivares, del mismo modo que entrar en comparaciones con la película de Werner Herzog, Aguirre, o la cólera de Dios, ya sería una broma de pésimo gusto. Da la sensación que lo que esta película busca no es El Dorado, sino 'el morado', según dicen los afortunados que han visto uno, color de los billetes de 500€. Los casi 300 puestos de trabajo que ha creado Oro, según los títulos de crédito, sin duda lo mejor del proyecto.