Fernando Franco, que ya trabajara con esta misma pareja de intérpretes en La herida (2013) -Marian Álvarez (Concha de Plata y Goya como mejor actriz) y Andrés Gertrudix-, vuelve a retomar una senda similar a aquella en un drama, si cabe, más devastador aún. Su título no deja lugar a muchas dudas. Morir supone un exhaustivo análisis de la degradación moral y física de una pareja ante una enfermedad que solamente deja una salida.
Esta película no te va a servir para echar unas risas, no te va a hacer cómodos los 104 minutos de duración ni te va alegrar el día, pero, por el contrario, te va a mostrar un catálogo humano extraordinario de reacciones ante la muerte. Se trata de una pareja joven, con buen entendimiento y sin hijos, que, en un momento dado, se enfrenta a un diagnóstico negativo.
El miedo a la muerte y a la degradación física, la caída moral de la persona que está al lado y que cuida del enfermo -y que también sufre sus propios miedos y sentimientos encontrados-, se adueñan de la pantalla. Sin hacer un spoiler, y tras un prolongado y asfixiante final que queda bastante claro desde el inicio, llega el momento de la expiración, un auténtico respiro para el espectador.
De hecho, cuando asistí a la proyección en el pasado Festival de San Sebastián, a mi lado estaba el otrora famoso crítico de cine Carlos Pumares y, en ese momento final de la película, pronunció un sonoro 'por fin', algo que, aunque los demás presentes en la sala no dijimos, sí que lo sentimos. La dignidad en la vida es una de las cosas más importantes que puede poseer un ser humano, pero esa dignidad tiene que llegar hasta el final y, muchas veces, esto no ocurre porque el afán de permanencia propia, de familiares o de instituciones médicas ponen en peligro un final digno.
Marian Álvarez ya nos asombró en la mencionada La herida, como anteriormente en Lo mejor de mi o, recientemente, en Lobos sucios, Felices 140 o Cien años de perdón. Andres Gertrudix, uno de los mejores actores del cine español contemporáneo, como es habitual borda su papel, cosa que también pudimos comprobar en El jugador de ajedrez, Purgatorio, Las altas presiones y en multitud de cortometrajes de gran calidad, en los que colabora muy asiduamente, como Los perros de Pavlov, Las horas muertas o Verano o los defectos de Andrés.