Desde el punto de vista del cine destinado a entretener sin más facetas artísticas que las simplemente necesarias para obtener un éxito de taquilla y una operación comercial con las bases del marketing cinematográfico al uso, muchas películas ondean la bandera de objetivo conseguido y, por consiguiente, misión cumplida. Sobre esta reflexión sencilla y fácil de comprender, la segunda entrega del caballero-héroe Kingsman entona este cántico.
Si con la primera, en base a un James Bond juvenil y actualizado a nuevos tiempos, se consiguió sorprender y entretener a público y crítica cinematográfica, ahora nos llega una segunda aventura con la que se supone una tercera entrega. En la parte que nos ocupa, Kingsman: el círculo de oro, nos adentramos de nuevo en esta agencia de inteligencia internacional independiente que trabaja, bajo el corte de máxima discreción, con el objetivo de mantener el mundo en paz.
Sin embargo, la base de operaciones de la sastrería en Londres es destruida y, como consecuencia, deberá unirse a una agencia aliada de Estados Unidos para combatir a un enemigo, Popy, una maligna megalómana que vive en las montañas de un país de América del Sur y que dirige el mayor cártel de drogas del mundo, pretendiendo ser la mujer más rica consolidando su imperio del terror sobre un cementerio de muertes y su propio antídoto como seguro de vida.
A partir de aquí, el escenario habitual y universalizado de luchas, peleas... acción en esencia con secuencias espectaculares que exceden el crédito del metraje argumental abusando de sus efectos especiales. Por momentos resulta aburrida; en otros aislados entretiene, como la parte de las hamburguesas y, sobre manera, la presencia del gran Elton John, que consigue los instantes más divertidos. En lo que se refieres al resto, simplemente está...
Taron Egerton, mucho movimiento y escasa fuerza en imágenes ralentizadas para impactar -mil veces visto y utilizado hasta decir basta-; Colin Firth, un invitado que no esperabas pues en la primera parte le habían eliminado... un sin sentido; Julianne Moore, absorbida por su personaje en el histrionismo aunque ella sí sabe estar por encima de un personaje ridículo; Halle Berry y Jeff Bridges, patéticos; Channing Tatum cumple su cometido...
Kingsman: el círculo de oro, en su condición de plástico fx, resulta un film muy inferior a su primera aventura. A todo lo mencionado, se suman diálogos absurdos, perros de acero inoxidable y, en definitiva, una estructura que se tambalea al ritmo de los acordes de una canción de Elton John. Típica película que gustará si exiges poco, pero con ningún fuelle para sostenerse: ruido, vacíos, casi nada, decepcionante... Un coctel de sastrería y destilería.