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Crítica: "No sé decir adiós", por Paco España

Acertado debut en el largometraje de Lino Escalera, director con una larga trayectoria en televisión y publicidad. En sus comienzos en la profesión destaca el cortometraje Desayunar, comer, cenar, dormir, con Neus Asensi, Jordi Bosch y Ana Risueño, donde la costa almeriense tiene, como en No sé decir adiós, importancia dramática. Esta película llega avalada, además, por cuatro biznagas importantes en el Festival de Málaga: Premio Especial del Jurado, Mejor Guión y mejores interpretaciones de Juan Diego y Nathalie Poza.


Esta actriz, pese a la gran calidad que atesora, no suele prodigarse en papeles protagonistas. Solamente en Malas temporadas, de Manuel Martín Cuenca (2005), y en Todas las mujeres, de Mariano Barroso (2013), se le ha visto desarrollar parte del potencial interpretativo del que es capaz. También ha aparecido en pequeños papeles recientemente, como en Julieta y Truman, además de participar en un número importante de comedias de temática deportiva. En cuanto a la trayectoria profesional de Juan Diego, no se puede añadir mucho a unas de las carreras más completas y complejas del cine español en toda su historia. 


La terna de protagonistas se completa con Lola Dueñas, otra actriz de carácter que mejora cualquier producción en la aparece: musa del director Javier Rebollo, chica Almodóvar y encumbrada por su Rosa en Mar adentro, de Amenábar, ganadora de gran cantidad de premios, entre los que destacan dos Goya y los premios de San Sebastián y Cannes. En los albores de su carrera ya nos asombró con su interpretación en el maravillo cortometraje Una luz encendida, de Alber Ponte, junto a Luis Zahera.


Detrás de unos intérpretes de esta calidad, y en estado de gracia, tiene que haber una historia a su nivel... y la hay. Un anciano Juan Diego, acechado por la enfermedad, se acerca al final de su existencia, lo que provoca el reencuentro con y de sus dos hijas: la que se marchó a la gran ciudad en busca de éxito, dejando atrás sus orígenes, y la que se quedó con su padre, renunciando a la carrera de interpretación, su gran pasión.


No sé decir adiós habla del inexorable camino hacia la muerte, de los que están cerca de ella por edad y enfermedad, pero también de los más jóvenes y sanos. Se suele utilizar el término 'desgarradora' para referirse a una película con demasiada facilidad, pero, en este caso -como ocurría también con La herida, de Fernando Franco-, el desgarro emocional de sus personajes es patente y justificado. Por estos motivos, no se trata de una película muy recomendable si se tiene un mal día o los planteamientos vitales debilitados. Aún así, una de las mejores películas del año del cine español.