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Crítica: "Criando ratas", por Paco España

Carlos Salado ha dirigido, escrito, compuesto la música y realizado la fotografía de Criando ratas, que se ha estrenado directamente en su web y en YouTube. Sus responsables tienen una clara vocación para esta película: buscar la mayor visibilidad posible, por eso se aleja deliberadamente de su explotación comercial. Mediada la década de los ochenta, uno de los problemas sociales de más relevancia era la heroína y todos los estragos que esta droga hacía entre los jóvenes y adolescentes.


En esa época tuvieron mucho éxito comercial las películas quinquis de El Vaquilla, dirigidas por Juan Antonio de la Loma y protagonizadas por Juan José Moreno Cuenca, y las de Eloy de la Iglesia, con Navajeros, así como las películas de El pico con José Luis Manzano. En ellas se contaban los avatares de estos delincuentes y sus peripecias por las ciudades. Estas películas contenían una mezcla que resultaba muy atrayente para los espectadores españoles de aquella época.

Una parte de acción, ya que era habitual la escenificación de robos y persecuciones automovilísticas por las grandes ciudades; y unas situaciones e interpretaciones provistas de gran naturalidad, ya que contaban con pocos actores profesionales y los protagonistas eran delincuentes reales. También añadían un poquito de sexo blando, que llamaba la atención por los efectos de la dictadura y toda su carga de represión sexual, que aún continuaba.


El contexto social, casi cuarenta años más tarde, no es el mismo, pero, según Carlos Salado y su Criando ratas, las diferencias no son tantas y éstas pueden estar en el origen de los grupos humanos: las prostitutas son rusas; los mafiosos, traficantes y chulos son centroeuropeos; la droga que se maneja es cocaína; y, eso sí, el protagonista es el cani autóctono, en este caso el Cristo, interpretado por Ramón Guerrero.

Como en aquellas películas, con innegable magnetismo. Un delincuente auténtico, de hecho, se tuvo que suspender el rodaje durante un año ya que el protagonista fue recluido en prisión por 'sus cosillas'. El proceso de la película se ha prolongado durante seis años, con un presupuesto de cinco mil euros. En ella se recrean las vicisitudes de varios personajes que se buscan la vida entre drogas, basura y delincuencia.


La mayor parte de la acción de realiza en exteriores, con interpretaciones muy naturalistas, ignorando, en algunos casos, la calidad mínima exigible. La línea argumental es muy endeble, así como la definición de los personajes, apenas imperceptible. Son gente haciendo cosas en el límite de la supervivencia. El regreso del género neoquinqui.