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Crítica: "Victor Frankenstein", por Jesús Caro

De una manera más o menos fiel, o bien tomando esbozos de la misma para desarrollar historias de muy diversas índoles en géneros de lo más dispares, innumerables son las adaptaciones que se han realizado de la novela de Mary Shelley. Esta 'nueva' (aunque no 'novedosa') revisión del clásico se topa, por desgracia, con la incapacidad de unir con coherencia las muy diferentes piezas de un puzzle con resultado final poco equilibrado.


Lo sorprendente de esta cinta, quizá lo único de ella, sea el protagonismo que toma una figura, a priori secundaria, como la de Igor, que aporta bondad, corazón, sensatez y, por qué no decirlo, una excusa para introducir una secundaria historia de amor entre un cóctel variado de posibles géneros en los que desarrollarse la historia. El registro que despliega Daniel Radcliffe resulta correcto, aunque no destaca en exceso, al igual que James McAvoy, quien ha tenido actuaciones bastante más destacables. 


La obsesión del personaje de Frankenstein por traspasar el umbral de la inmortalidad se muestra, quizás, de manera excesivamente redundante y poco bien alternada con otras facetas de la personalidad del mismo, aunque sí se consigue cierto equilibrio en la relación Victor/Igor, figuras de lo más dispares pero con un nexo que les une: el de sus traumas.


Quien no consigue encontrar el tono y la personalidad a la narrativa es su director Paul McGuigan, que mezcla melodrama, acción (en algunos momentos parece copiar o querer hacerlo al Guy Ritchie de "Sherlock Holmes" -en especial cuando el personaje de Igor escapa del circo-), un tono de investigación policial insuficiente y aportes al género fantástico más propio de la serie B, aderezado con toques de humor que rompen el pobre clima conseguido en determinados instantes.


Como ocurre en el relato original, los responsables de trasladar las andanzas de quien podría definirse como un genio loco logran, como resultado, una perversa creación, indefinible en lo que a género cinematográfico se refiere, con nulas sorpresas en su interior y muy por debajo de logros artísticos a destacar.