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Crítica: "Misión Imposible: Nación Secreta", por Pelayo López

Como es lógico, Tom Cruise no va a dejar retirarse a su personaje más exitoso... y, menos aún, si parece encontrarse en plenitud de condiciones y en el mejor momento de su ya prolífica carrera como agente secreto. Por quinta vez, la superestrella ciencióloga se mete en la piel del otrora televisivo Ethan Hunt, omnipresente líder del equipo operativo del FMI. ¿Fondo Monetario Internacional?. Nooooo. Fuerza de Misión Imposible. Esta agencia se encuentra, sin embargo, en una de sus situaciones más complicadas. Expuesta a la desaparición ante las críticas de la CIA, Hunt se enfrenta al que podría ser su último cometido: el Sindicato, una organización internacional secreta que, ¿¡cómo no!?, terminará poniendo a los británicos como ineptos y negligentes mientras que los USA llegarán como salvaguarda mundiales. 


Sin lugar a dudas, lo mejor está al principio y al final. De hecho, en el esperado arranque de la resolución final entre los archienemigos de la función, el propio guión lo deja bien claro. Ambos reconocen que, hubiera pasado lo que hubiera pasado durante el metraje previo, iban a llegar a ese punto. Y así es. Después de una secuencia aérea pre-créditos que permite despegar a propios y extraños, otro acierto fundamental es el retro-recurso de una cabecera inicial en formato serie de televisión. A continuación, una acompasada pero previsible secuencia estilo hitchconiano al ritmo de "Turandot" en la Ópera de Viena. Y luego está la carrera motorizada, por autopista y carretera de montaña, en la que el actor de Hollywood demuestra su condición de propio doble y, al mismo tiempo, su habitual presencia a lomos de una motocicleta en la gran pantalla.


Entre las escenas de acción, mensajes auto-destructivos actualizados semi-virtualmente para la ocasión, dispositivos de almacenamiento que juegan al despiste, agentes dobles y dobles identidades... En definitiva, lo mismo da que da lo mismo porque lo importante es un duelo final que, por otro lado, se resuelve desproporcionadamente en un visto y no visto en comparación con el resto del metraje. A buen seguro, Tom Cruise es un personaje que despierta amores y odios. Aunque no tengo claro lo que me parece como personaje, como intérprete me parece siempre profesional, y este papel, además, le cae como rostro 3D al cuello (recurso repetitivo que empieza a resultar más un lastre que una sorpresa). Para exprimir al máximo su potencial, Christopher McQuarrie, realizador emergente y prometedor gracias a títulos como "Al filo del mañana" o "Jack Reacher". Este dueto suena bien. 


Por otro lado, resulta destacado el papel fundamental que juega el rol protagónico femenino, vértice de riesgo interpretado por la tan dulce como letal Rebecca Ferguson ("La reina blanca") que opera a varias bandas pero con unas convicciones y criterios totalmente definidos. Por no hablar de su expresividad física. Nada que ver con su atractivo seductor, estilizado por unos zapatos que desconcentran al más centrado, sino más bien con su capacidad gimnástica para marcarse helicópteros asesinos. Ante el salvador, el enemigo destructor: Sean Harris ("Prometheus") carece de mordiente ni carisma como malo, quizás también por la frágil estructura de una organización criminal bastante ridícula y nada creíble. A río revuelto, Alec Baldwin ("Torrente 5: Operación Eurovegas") haciendo lo de siempre. El 'tech' Simon Pegg y el misionero Ving Rhames parecen mimetizados ya con esta franquicia. Por su parte, Jeremy 'ojo de halcón' Renner corre el peligro de no acabar distinguiendo este papel con los muy parecidos de "Los Vengadores", "Bourne"...


Una vez expuesto lo destacando en su inicio, y lamentando que pese a presentarnos a un equipo de varios integrantes al final parece sólo existir uno, el cierre y remate resulta igualmente plausible, aportando ese toque necesario para que una función ramplona pueda dejar una sensación agradable en el paladar del espectador (spoilers). Por un lado, el juego del gato y el ratón entre el bueno y el malo se salda con una celda de cristal y humo que devuelve la jugada del primero al segundo. Por otro, la despedida profesional y sentimental entre el chico y la chica se acompaña de un "Turandot" revisado para la ocasión. Y, finalmente, el cierre de la FMI se salda con un carpetazo.


Una mezcla entre la exageración desmesurada pero crédula de otra saga como "A todo gas" y la elegancia y seducción de otro personaje franquicia como James 007 Bond al que le sigue los pasos. Descartando la segunda entrega, decisión mayoritaria que prácticamente parece unánime, me decanto por la condición psicológica del arranque de la franquicia y, a continuación, dudo entre la tercera por su identificación emocional/personal y la cuarta en lo que a espectacularidad visual se refiere. Este último capítulo sigue en la línea del anterior, manteniendo el listón pero sin aportar elementos renovadores que resulten de interés real. Aún así, sin contribuir con aportaciones novedosas, el resultado final, tan entretenido como espectacular, está justificado con creces y decidimos aceptar una nueva misión.