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Crítica: "Cincuenta sombras de Grey", por Pelayo López

Dos cosas. Primero: no me he salido de la proyección, algo que, al contrario y después de mucho tiempo, consiguió "En el bosque". Segundo: valoraciones cinematográficas aparte -y como me ha recordado alguien-, si este fenómeno populariza y visibiliza una práctica arrinconada social y moralmente, sólo podemos aplaudir tal logro. Dicho esto, lo que me imaginaba. Dado que no he leído ni querido escuchar comentarios sobre la trilogía literaria en cuestión, desconozco el desarrollo futuro de los acontecimientos en su versión de celuloide. No obstante, se ve venir desde el momento en el que se cruzan las miradas de los protagonistas por primera vez para vaticinar el planteamiento, nudo y desenlace: chico seduce chica vía extrema, chica le da a chico su propia medicina, chico y chica acaban juntos.


La pareja protagonista de carne y hueso está interpretada por Dakota Johnson, modelo-actriz hija de Melanie Griffith y Don Johnson a la que hemos visto en "La red social", y Jamie Dornan, modelo y músico norirlandés coprotagonista en la pequeña pantalla en la serie "Erase una vez" y en películas como "María Antonieta". Ella, Anastasia Steele, una universitaria romántica. El, Christian Grey, un hombre de éxito controlador. Ambos, a las órdenes de Sam Taylor-Johnson en esta adaptación de la obra de E. L. James donde, entre lo mejor, la aportación musical de Beyonce con dos temas candentes: uno nuevo compuesto para la ocasión, otro de sus clásicos en formato remix. Para más señas, "Belle de jour" o "Secretary".


Por partes. La joven seducida se defiende, nunca mejor dicho, sufriendo y disfrutando El joven seductor ordena y manda, con cara de palo, más bien de fusta. Como suele ser habitual, ella pone más carne en el asador que él. Mientras ella desnuda sus emociones y su cuerpo de manera prolongada, él se reserva sus emociones y su anatomía. Lo que viene a ser: para ellos, integral de ella; para ellas, torso, culo y algo de su vello púbico. En lo que se refiere a la realizadora, un paso atrás después de la recomendable "Nowhere boy". Cierto es que someterse a las directrices de un gran estudio supone privarse de muchas herramientas de autoría propia, pero se echa en falta plasmar en los fotogramas algo más de personalidad.


Perversión refinada, confianza (i)limitada. La condición de superioridad e inferioridad de la pareja protagonista queda remarcada desde el primer encuentro de ambos: ella sentada a la defensiva, él apoyado en su mesa amenazante. La parte del coqueteo mutuo queda limitada a una reiterativa acción: la de morderse los labios ella -a veces con un lápiz y su simbología fálica en la boca- y la de la exhibición de la erótica del poder él -que le posibilita estar allá donde su pretendida esté sin importar la distancia ni la situación-. Esta circunstancia, de hecho, lleva a preguntarse: ¿sería igual de atractivo para el espectador medio que esta relación de dominación y sumisión no se estableciese en un rango social alto?. 


Cuando la pasión sexual se desabrocha las restricciones, llama la atención la limitación de perspectivas. Disponer de un salón de juegos y quedarse en una reduccionista utilización de ataduras y vendas resulta bastante decepcionante. Para llevar desde los 15 años en el mundillo, lo cierto es que el supuesto Amo no parece tener mucho poder de convicción. Acaba la película (spoiler) y no han firmado el dichoso contrato. Menos mal que la erótica del piano sí funciona. Precisamente, el hecho de que el actual Amo comenzase como sumiso nos deja adivinar (spoiler) que la actual sumisa terminará por llevar las riendas. Después de una prolongada fase de adoctrinamiento en torno a la dinámica en cuestión -instrucción práctica incluida-, se desarrolla la confrontación mental y emocional, episodio mucho más interesante.


Interesante, e intenso. La intención de cada uno de llevar al otro a su terreno resulta ser lo más destacado. En ese momento salen a relucir las tan cacareadas cincuenta sombras, o, lo que es lo mismo, las manifestaciones actuales de las cicatrices pasadas. ¡Y ojo!. A la primera de cambio, marcha atrás. Mientras él sabe que ella se ha convertido en su faro, ella descubre que la oscuridad de él puede apagar su luz. Pese a todo lo que pueda parecer, la película se deja ver, no resulta plomiza. No obstante, hay que recordar que estamos ante una historia romántica, por mucho que la traducción taquillera quiera vender sexo. Resulta curiosa la fecha seleccionada para este estreno: un viernes 13 con vistas a un sábado de San Valentín en un fin de semana de carnaval. Cada cual que saque sus propias conclusiones. ¿Peli de miedo?. ¿Drama romántico?. ¿Uno más disfrazado de Amo?.