Este martes, 12 de Noviembre, el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria albergará, a las 19:00 h., una nueva cita con AluCINE 2013, ciclo cinematográfico coordinado por el cineasta Linker, quien, tras la proyección de "El último", de F. W. Murnau, hablará sobre la película y el cine al que representa, concretamente el cine de cámara alemán: el Kammerspielfilm.
Mientras el expresionismo evolucionaba rápidamente con nuevos efectos de iluminación, decorados más perfectos y, en algunos casos, escenarios naturales, surgió otra corriente dentro de la escuela alemana, una reacción realista inspirada en las experiencias escénicas desarrolladas por Max Reinhardt en el Kammerspiel o Teatro de cámara. Se trata del Kammerspielfilm, que abandona los temas fantásticos y los decorados expresionistas para intentar una aproximación al drama cotidiano de unos personajes sencillos, inmersos en un espacio reducido, la modesta vivienda, que, sin más atributos, adquiere aquí un carácter claustrofóbico.
Esta propuesta fue impulsada, en gran medida, por la labor del guionista Carl Mayer, cuyos dramas resultaban a veces simplistas y algo teatrales. Directores importantes se sintieron atraídos por esta corriente del expresionismo, en la que aportaron al cine alemán algunas de sus más grandes obras cinematográficas. Tal es el caso de F. W. Murnau, quien, con "El último" ("Der letzte Mann", 1924), condujo con talento al cine alemán del expresionismo al más puro realismo social. Considerado uno de los films más célebres de todos los tiempos, su fama se hace depender de dos memorables hallazgos, legados a la posteridad del séptimo arte: la ausencia de carteles, esto es, la maestría de su continuidad visual; y el uso de aquello que los alemanes denominaron 'entfesselte Kamera' o 'cámara móvil'.
Podría decirse que "El último" prosigue la tradición del Kammerspielfilm: su propia trama evoca dramas intemporales, sus personajes poseen algo de esa pesadez propia de conflictos eternos, los primeros planos de sus rostros (en número de 24, a los que cabe añadir 36 planos medios cortos) nos sumergen en un tiempo apenas mensurable. Y su protagonista, Emil Jannings, es, desde luego, un buen ejemplo de esta suspensión del gesto. Por demás, el lugar en donde esto se desarrolla es tan indefinido como el tiempo en que transcurre: una gran ciudad, un hotel lujoso, un barrio 'humilde' más que obrero (tal es la incertidumbre social), unos personajes sin nombre, designados escuetamente por sus funciones, y todo el resto sujeto, asimismo, a la estilización. Todo ello contribuye activamente a hacer de "El último" un 'Kammerspielfilm' al completo.