Decía Benedict Cumberbatch que Julian Assange le pidió que no hiciese una película sobre su persona, que no le haría un gran favor. Lo que importa en esta película de Bill Condon es la lista de barbaridades que hacen los Estados Unidos, lo impune que resulta su comportamiento y los medios de comunicación que miran para otro lado.
Cuando Assange se refugió en la Embajada de Ecuador en Londres, él mismo sabía que lo tenía muy crudo. Así pues, ante la expectativa de ser detenido en cuanto pise suelo británico, la embajada para Assange es una cárcel. El sabe que le han utilizado. Aquellos que en un principio le dieron carrete (The Guardian, El País, The New Yorker...), le utilizaron para vender más periódicos.
Baltasar Garzón, el jurista español que se apunta a cualquier causa que sea en beneficio propio, asumió su defensa, y, mientras tanto, no se cita la gran cuestión que nos interesa: los ataques aéreos en Bagdad el 12 de Julio de 2007, los diarios de guerra en Afganistán, los registros de la guerra de Iraq... todos ellos consentidos por el Pentágono. Los Estados Unidos quieren a Assange muerto. Los Estados Unidos desprecian a cualquiera que no les baile el agua y ello, mientras, siguen y siguen.
No hay más que ver cómo usan su prepotencia para investigar a los países europeos, latinoamericanos... A los Estados Unidos todo les da igual: primero yo, y después yo. Wikileaks no son ángeles de la guarda. Los periódicos que le apoyaron no son hermanitas de la caridad... pero, la pregunta es la siguiente: ¿qué ocurre en esta sociedad?. ¿Por qué hay estos desajustes?. Estas preguntas y otras más no las encontrará el espectador que visione "El quinto poder" (¿quinto poder?, ¡menuda
falacia!).