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Crítica: "El último desafío", por Pelayo López

Desafíos y retos... los justos. Tanto para Arnold Schwarzenegger como para Eduardo Noriega. Por un lado, porque un cameo en un proyecto conjunto como "Los mercenarios" es una cosa y solventar la papeleta de una película como estrella absoluta y en solitario, a estas alturas y a ciertas edades, es un riesgo demasiado alto y totalmente innecesario; y, por otro, porque protagonizar, ¡con una leyenda de celuloide vale!, la primera producción hollywoodiense que te puede abrir las puertas de la meca del cine puede provocar, de no salir como se piensa, efectos secundarios inversamente proporcionales.
¿La historia?. Pues sin más pretensiones. El jefe de un cartel de la droga se fuga y un operativo federal intentará darle caza sin éxito hasta que, en el límite fronterizo con México, un sheriff de vuelta de todo será el único que pueda evitar esta huída 'a todo gas'. Una extraña y 'rarita' mezcla de géneros tan distantes, a priori, como una 'roadmovie' y un 'western' no parece ser la mejor tarjeta de presentación de un director asiático (Kim Ji-Woon) en su salto de categoría hacia Hollywood, sobre todo cuando, curiosamente, parece desenvolverse mucho mejor en un género típicamente norteamericano que a velocidades desorbitadas en un coche prototipo que parece conducir 'a oscuras'.
Y a todo esto hay que sumarle un pastiche de reparto: el oscarizado Forest Whitaker como agente federal 'superior' y con más verborrea que cualquier otro personaje, un Johnny Knoxville haciendo una vez más de loco y aprovechando la ocasión para meter su prueba 'jackass' de turno, un modelo metido a actor que no obstante no desencaja (Rodrigo Santoro) y Genesis Rodríguez, la hija de José Luis Rodríguez 'El Puma', que sigue luciendo palmito y poco más como en "Al borde del abismo". Por no hablar de la anciana de turno, que entre los utensilios de costura esconde también el rifle de turno. No en vano, el arsenal de armas que se desenfunda en pantalla es toda una declaración de intenciones.
Ni trama, ni tensión, ni acción... solamente algunas dosis de humor y frases embotelladas. Arnie bien podría estar interpretando al sheriff que se supone es o a un nuevo Terminator, aunque, eso sí, bastante más oxidado e inexpresivo. Y en esa línea también un Eduardo Noriega tan cercano a "Abre los ojos" que las pocas pinceladas estilo "Tesis", contadas y más necesarias, no consiguen remontar su personaje. Lo de hacer dos cosas a la vez no siempre es tan sencillo: conducir con las manos en el volante y sopesar la dicción de turno parecen un imposible. ¡Y eso que da mejor de malo!. Por no hablar de su 'pata coja' en plan 'res de rodeo'. Esperemos que el título de la película no sea premonitorio...