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"¡Cómo una sola frase cambió la historia del cine!", por Ignacio Sánchez Cavada

Todos y cada uno de nosotros concebimos el cine como un arte que aúna imagen y sonido para contar todo tipo de historias y transmitir sentimientos de toda clase. Cuando entramos a una sala de cine o vemos una película en casa esperamos tanto verla como oírla, pero hubo un tiempo en que no era así. Desde la invención del cinematógrafo en 1895 las imágenes comenzaron a llegar a nosotros en forma de historias, pero había algo que faltaba, esas personas que movían los labios en la pantalla no emitían ningún sonido, y esas frases que se perdían en el aire tenían que ser sustituidas por los comentadores o más tarde por los intertítulos. Además, la proyección era acompañada por música en directo, normalmente pianistas, lo que suponía un gasto de más para el distribuidor. Y como siempre, el ahorro de costes es el impulsor de las mejores ideas. Sam Warner, el tercero de los cuatro hermanos Warner, pensó que podría ahorrarse pagar la música en directo si consiguieran sincronizar el sonido grabado previamente en los rodajes con la posterior proyección de la película. Se ideó así el sistema Vitaphone, que grababa el sonido en discos de baquelita que se reproducían en las proyecciones mediante varios altavoces sincronizándolos con la imagen proyectada. Gracias a este sistema los espectadores del Warner’s Theatre de Nueva York presenciaron como el 6 de Octubre de 1927 nacía el cine sonoro.
Hace exactamente 85 años se estrenaba "El cantor de Jazz" ("The Jazz Singer", Alan Crosland), la primera película que incluía sonido hablado y cantado (la primera con música incorporada fue "Don Juan", del propio Alan Crosland, estrenada en 1926). Estaba protagonizada por Al Jolson, un reputado cantante de teatro con más de 15 años de trabajo a sus espaldas. Gracias a la reputación de Jolson y a la exagerada promoción de la Warner (publicitaban la película como 'el primer largometraje hablado y cantado de principio a fin') el film fue un completo éxito de taquilla. La película cuenta la historia de Jakie Rabinowitz, un chico con extraordinarias aptitudes para el canto. Su padre es el rabino Rabinowitz, que pretende que su hijo dé continuación a las 4 generaciones anteriores de rabinos. Sin embargo, Jakie desea realmente ser cantante de jazz y luchará por conseguirlo. En concreto, en el film hay exactamente dos momentos hablados llevados a cabo por el propio Jolson y que, curiosamente, fueron improvisados por él. El primero tiene lugar tras una canción en un café de Los Ángeles; el segundo es una emotiva conversación después de cantarle una canción a su madre. Durante toda la película predominan las partes cantadas, algo que, dado que la historia original estaba escrita para un musical, era de esperar. Temas como "Blue skies" o "Toottoottootsie" son interpretados con maestría por un experimentado Al Jolson, pero sin duda el más emotivo es "Mammy", la canción que Jolson dedica a su madre al final de la película.
La historia fue escrita para el género del teatro musical por el estadounidense Samson Raphaelson y después adaptada por Alfred A. Cohn. En general, la trama es muy simple: una persona que tiene un deseo a conseguir que más tarde tendrá que enfrentarse a un terrible dilema. A pesar de ser simple, la historia tiene una belleza y un mensaje que cala hondo en quien la ve y que, además, se puede extrapolar a todas las generaciones y a todas las personas, sin importar raza, sexo ni color. Que pase lo que pase, el espectáculo debe continuar. Como era de esperar, la historia perduró en el tiempo y se hicieron hasta dos remakes: el primero en 1953, obra de Michael Curtiz, y el segundo, en 1980, obra de Richard Fleischer. De hecho, esta película ha resultado homenajeada en una serie que pocos esperarían: "Los Simpson". Todos recordamos ese capítulo en el que el payaso Krusty se reconcilia con su padre, el rabino Krustofsky, brindándonos un paralelismo entre el propio payaso y Jakie Rabinowitz.

Con todo, la película no es un portento en cuanto a realización, pues seguía manteniendo, como era de esperar, los mismos parámetros que las películas mudas: predominación de planos generales, pocas actuaciones elaboradas (los secundarios no están a la altura del protagonista) y la, por defecto, grabación a unos 17fps. Nos quedamos entonces con el gran adelanto que supuso la invención y utilización del sistema Vitaphone para el cine, ya que el sistema Movietone (que tenía la gran ventaja de incorporar el sonido en el propio celuloide) había sido también inventado pero no utilizado aún. Es gracias a estos sistemas el que hoy concibamos el cine como esa criatura híbrida entre imagen y sonido. Gracias a estos sistemas, un 6 de Octubre de 1927 el público de Nueva York escuchaba a Al Jolson decirles la primera obviedad del cine: '¡Esperen, esperen, aún no han oído nada!'.