Una de las franquicias más exitosas del cine de animación, "Kung Fu Panda 2", nos presenta su segunda entrega, ahora también en 3D, una modalidad no necesaria para disfrutar del esplendor colorístico de esta secuela que, sin embargo, es bastante más oscura que el capítulo inicial. El panda Poh sigue desarrollándose en su doble vertiente física: un apetito insaciable que no entiende sólo de rabanos y una destreza inusual en la práctica del kung fu. A su alrededor, una fauna inclasificable que domina, al menos a su mismo nivel o más, las mismas artes marciales. En esta ocasión, Poh deberá salir de su acomodada vida para enfrentarse a las ansias de poder de un maligno heredero del trono chino y, fundamentalmente, al entierro de su disciplina marcial a manos de las nuevas armas de fuego.
A favor, un ritmo frenético en sus innumerables secuencias de lucha y combate que agilizan mucho la marca del metraje, y, por el camino, algunos gags facilones que logran la carcajada pretendida sin esfuerzo. Precisamente, la presencia de un humor excesivamente infantil y los fragmentos de excesiva reflexión adulta tensan demasiado la cuerda de un equilibrio cinematográfico presente en otras cintas de corte similar. Madurez narrativa, en definitiva, con unos flashback que nos presentan la historia pasada de Poh, incompleta en su anterior capítulo, un recurso exprimido con brillantez, además, al más puro estilo teatro chino de títeres. Poh ha alcanzado la paz interior... que se volverá a romper en una próxima entrega donde el reencuentro familiar y la profundización en el amor inter-racial y la tensión sexual no resuelta con la tigresa sigan captando la atención de los espectadores.
A favor, un ritmo frenético en sus innumerables secuencias de lucha y combate que agilizan mucho la marca del metraje, y, por el camino, algunos gags facilones que logran la carcajada pretendida sin esfuerzo. Precisamente, la presencia de un humor excesivamente infantil y los fragmentos de excesiva reflexión adulta tensan demasiado la cuerda de un equilibrio cinematográfico presente en otras cintas de corte similar. Madurez narrativa, en definitiva, con unos flashback que nos presentan la historia pasada de Poh, incompleta en su anterior capítulo, un recurso exprimido con brillantez, además, al más puro estilo teatro chino de títeres. Poh ha alcanzado la paz interior... que se volverá a romper en una próxima entrega donde el reencuentro familiar y la profundización en el amor inter-racial y la tensión sexual no resuelta con la tigresa sigan captando la atención de los espectadores.
Hablando de chinos... Ricardo Darín, de nuevo en uno de esos papeles de pelotudo capaz de lograr la empatía deseada con sus interlocutores, se encuentra de manera inesperada a un chino que no habla ni palabra de español, con la consiguiente y lógica frontera comunicativa entre ambos en "Un cuento chino". Este planteamiento, a priori suficiente para un cortometraje como mucho, logra interactuar con el espectador de manera imprevista felizmente consiguiendo resultar afable y entretenida en todo momento, ya que, precisamente, cuando la atención puede llegar a derivar, una nueva etapa en esta curiosa relación reconduce la mirada del público. Sin aspavientos, el drama de miles de inmigrantes en cualquier lugar del planeta, logra afilar su punta en algunos fragmentos con situaciones y anécdotas divertidas y entrañables, aunque también lamentablemente reflexivas en otros, como la visita a la comisaria de policía. El personaje del actor argentino, maniático y huraño -capaz incluso de espantar el amor incondicional de una mujer que bebe los vientos por su mirada torera-, nos recuerda a algunos otros interpretados en su día por Jack Nicholson, e, incluso, a cualquiera de nosotros con nuestra propia idiosincrasia, y es que sus colecciones, al más puro estilo Premios Darwin, supondrá el remate cíclico de la historia. Una película cuyo único pero podríamos encontrarlo, curiosamente, al final. ¿Qué último plano es el que ocupa ese fotograma?. ¡Inexplicable!. La concesión al protagonista del último retablo en la retina es destronado sin sentido alguno, como una puntada mal dada. ¡Ojo a la presencia cárnica en pantalla: viva y muerta!.
Los muertos son quienes ponen sobre la mesa el punto de partida de "Micmacs", la última elucubración artística de Jean Pierre Jeunet ("Delicatessen") que, más allá de su habitual apariencia neobarroca y pseudocostumbrista no logra mantener vivo en su metraje el mensaje que se supone pretende transmitir. El contenido acaba con el continente, de modo que el mensaje únicamente logra subsistir, a base de guión cuasi-monologado, en sus minutos finales servidos para la reflexión comunicativa antibelicista. Dany Boon, actor y director de éxito en Francia y fuera del país galo, construye un personaje increíble dentro de una metáfora cercana a la eucaristía de la locura colectiva más irreverente, con momentos para la excentricidad más descoyuntada y otros para la sensibilidad más flexible a flor de piel.
La recomendación semanal nos llega desde Sundance, donde la impronunciable "Happy thank you more please" -película escrita, dirigida y protagonizada por el televisivo Josh Radnor ("Como conocí a vuestra madre")- consiguió el Premio del Público. Si bien esta cinta generacional no es el mejor ejemplo de este subgénero, lo cierto es que las 3 historias entrelazadas de estos jóvenes, con sus vidas propias y ajenas en pleno y constante cambio, deja, con su último fotograma, una sensación de optimismo vital necesario en estos tiempos de crisis sin fondo y convulsiones sociales sin diagnóstico definitivo. Ni la historia es diferenciadora, ni los diálogos destacados, ni las interpretaciones memorables, ni la música pseudo-dylaniana audible (salvo el tema principal de la BSO)... pero, en su conjunto, resulta placenteramente asequible. La deriva emocional de cada uno de los personajes visita nuestra orilla propiciando, en esencia, un reencuentro con nuestra propia personalidad y las decisiones que en sucesivas etapas han ido conformándola.
Los muertos son quienes ponen sobre la mesa el punto de partida de "Micmacs", la última elucubración artística de Jean Pierre Jeunet ("Delicatessen") que, más allá de su habitual apariencia neobarroca y pseudocostumbrista no logra mantener vivo en su metraje el mensaje que se supone pretende transmitir. El contenido acaba con el continente, de modo que el mensaje únicamente logra subsistir, a base de guión cuasi-monologado, en sus minutos finales servidos para la reflexión comunicativa antibelicista. Dany Boon, actor y director de éxito en Francia y fuera del país galo, construye un personaje increíble dentro de una metáfora cercana a la eucaristía de la locura colectiva más irreverente, con momentos para la excentricidad más descoyuntada y otros para la sensibilidad más flexible a flor de piel.
La recomendación semanal nos llega desde Sundance, donde la impronunciable "Happy thank you more please" -película escrita, dirigida y protagonizada por el televisivo Josh Radnor ("Como conocí a vuestra madre")- consiguió el Premio del Público. Si bien esta cinta generacional no es el mejor ejemplo de este subgénero, lo cierto es que las 3 historias entrelazadas de estos jóvenes, con sus vidas propias y ajenas en pleno y constante cambio, deja, con su último fotograma, una sensación de optimismo vital necesario en estos tiempos de crisis sin fondo y convulsiones sociales sin diagnóstico definitivo. Ni la historia es diferenciadora, ni los diálogos destacados, ni las interpretaciones memorables, ni la música pseudo-dylaniana audible (salvo el tema principal de la BSO)... pero, en su conjunto, resulta placenteramente asequible. La deriva emocional de cada uno de los personajes visita nuestra orilla propiciando, en esencia, un reencuentro con nuestra propia personalidad y las decisiones que en sucesivas etapas han ido conformándola.