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Crítica: "Blackthorn. Sin destino", de Mateo Gil, por Javier Collantes

Como una balada, y en forma de poema visual, el director Mateo Gil ofrece un homenaje muy particular hacia el género del western, un lugar de atisbos de leyenda con una configuración del lenguaje cinematográfico más clásico, una banda sonora nostálgica, una extraordinaria iluminación en su fotografía y unas excelentes interpretaciones, con unos Sam Shepard y Stephen Rea en estado de gracia e incluido Eduardo Noriega.

Este relato emite, a golpes de corazón y con paisajes con praderas de sal, un evocador canto a la amistad, la complicidad, el paso del tiempo y una nostalgia cargada de miradas antiguas, modernas... Una propuesta de cine a la antigua usanza: dos cabalgan juntos...