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Artículo de opinión: "La gran ola que precede a la calma", por Pelayo López

En las últimas horas, la ciudad de Santander, por un lado, ha dado la bienvenida a la Plataforma de Empresas Culturales y Artísticas, y, por otro, ha albergado un foro de cine dentro de la Semana de la Imagen y las Nuevas Tecnologías. Coincidentes sobre el calendario, esta nueva asociación de inquietos creadores y las mesas redondas encorsetadas no vienen a ser nada nuevo sobre el horizonte de la Bahía. La formación de estructuras gremiales dentro del sector ha sido una constante en tiempos recientes dada la necesidad innata del alimento físico y emocional, y, sin embargo, este corporativismo se ha encontrado, en la mayoría de las ocasiones, con un eco silencioso y frío procedente de una atalaya inexpugnable que debería haber ofrecido, en cambio, alivio y acomodo. Ponencias, tertulias y coloquios se han convertido, por su parte, en un flujo pomposo de poso estéril transitando, de forma redundante y cíclica, por vasos comunicantes cerrados.

Por una parte, el significado común de la cultura, inculcado con pretensiones sibilinas, ha causado un dañino efecto hipnótico del que resultaría apropiado despertar lo antes posible. La cultura sirve, como vehículo de expresión, para transmitir valores y mensajes, pero, más aún, supone entretenimiento, espectáculo... y, por ende, dinero... lo que trae consigo comprensibles pero perniciosas aspiraciones propias que ponen en riesgo de vida o muerte las comunes. Por otra, mientras la vieja guardia prevalezca en el ordeno y mando, el 'status quo' permanecerá inalterable por lo conveniente que resulta para sus miembros. Nos queda confiar en que la quinta columna, anexada en la cadena regular por necesidad imperiosa de los generales de mayor rango, no sucumba a los cantos de sirena y propicie de manera certera el cambio de timón necesario.

Seguramente, si nos fijásemos simplemente en esta coyuntura puntual, cualquiera podría pensar que esa Santander Creativa, heredera putativa de Santander 2016, se ha convertido en la imagen real de nuestra capital. Las palabras se las lleva el viento, y las fotografías se desgastan. Mucho me temo que esta vorágine, necesitada de un viento constante que permita mantener ese ansiado nuevo rumbo, padecerá por enésima vez el insufrible castigo de un inapelable olvido. Quiero pensar que no será así... pero el paso de las estaciones dirá.