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Crítica: "También la lluvia", de Iciar Bollaín, por Javier Collantes

El cine dentro del cine se convierte, como por arte de magia, en una vía de comunicación narrativa dentro de las entrañas del propio séptimo arte, a modo de subgénero descriptivo con amplias lecturas. Enmarcada en estas coordenadas se encuentra el último trabajo en la dirección de Iciar Bollaín, un proyecto que nos presenta en la gran pantalla una historia de aventuras, ideales y amistad, argumentos finales plasmados con un pretexto cinematográfico: el rodaje de una película en Cochabamba (Bolivia) sobre la llegada de los españoles a América, su conquista, explotación y demás variantes, para coincidir, curiosamente, con la batalla del agua en el año 2000. Es de una forma directa y sin concesiones como la realizadora conforma un relato lleno de paralelismos entre dos épocas históricas, circunstancia que le sirve, además, como homenaje al cine.

Rodada de forma impecable, es, en mi opinión, el mejor trabajo de la directora de toda su filmografía, alcanzando un nivel de dirección impecable. El film contiene valores que sobrepasan los estrictamente cinematográficos, desde sociales hasta políticos, y, sobre manera, humanistas. Posee unas excelencias visuales sobresalientes, con niveles de una gran fotografía, unos cuidadosos encuadres y una gran partitura musical de Alberto Iglesias. Por otra parte, es imposible olvidar el trabajo de sus intérpretes, especialmente Luis Tosar y el excelente Karra Elejalde, labor gratificada y encumbrada por el buen guión de Paul Laverty, lleno de intensidad textual.

Como referencias, simplemente por un casting inicial realmente magistral, también me recuerda a “Fitzcarraldo“, de Werner Herzog, y alguna cuestión de ”La Misión”, de Roland Joffé. Un excelente ejercicio, notable en su propuesta fílmica llena de vida, emociones, agua, justicia... Cuando, a veces, una película sirve para algo más que entretener. Lluvia de buen cine.