Sin control, precisamente, se desarrolla la nueva película de Borja Cobeaga, quien, de hecho, parece haberse contagiado del caos originado por los controladores aéreos. Esta historia, emparentada con “Balada triste de trompeta” en su germen musical -aquí con Olé Olé al piano y al miniteclado juvenil-, nos presenta, de manera desdibujada como si de un collage de gags se tratase, a un joven que todavía no ha olvidado a su exnovia, aunque su familia aún no sabe que lo han dejado, y el día de Nochevieja, con el mal tiempo como cómplice ofreciéndole una última oportunidad, decide reconquistarla en el hotel en el que quedan alojados tras la cancelación de los vuelos.
El es Unax Ugalde, ella Alexandra Jiménez. El actor vasco, en esta ocasión, no parece encajar demasiado. La televisiva actriz, por el contrario, sale bien parada y, seguramente, recibirá más llamadas profesionales. Junto a ellos Miguel Angel Muñoz, Secun de la Rosa... y, sobre todo, Julián “Muchachada Coconut” López, alias Juancar “litros”, verdadero epicentro de la atención del espectador con sus chistes... que, por cierto, como los malos, hay que explicarlos. El director, para colmo, se repite demasiado. Historia y localizaciones, sobre todo aeroportuarias, recuerdan a “Pagafantas”. Escenas y secundarios, la familia de Ramón Barea y Mariví Bilbao en el coche, al cortometraje “Eramos pocos”.
De agradecer el humor blanco, algo positivo en un horizonte habitualmente facilón. Cobeaga pierde la desenfadada frescura juvenil de su ópera prima, pretende ser algo más maduro y, de momento, lo consigue con un precio muy alto: la falta de interés para mayores y jóvenes. Lo mejor y lo peor, como en este comentario, al final. Por un lado, los chistes tipo “Club de la Comedia” y el cameo de los protagonistas de la excelente “¡Qué vida más triste!”; por otro, el “happy end” que no resulta creíble tras haber visto la película.
De agradecer el humor blanco, algo positivo en un horizonte habitualmente facilón. Cobeaga pierde la desenfadada frescura juvenil de su ópera prima, pretende ser algo más maduro y, de momento, lo consigue con un precio muy alto: la falta de interés para mayores y jóvenes. Lo mejor y lo peor, como en este comentario, al final. Por un lado, los chistes tipo “Club de la Comedia” y el cameo de los protagonistas de la excelente “¡Qué vida más triste!”; por otro, el “happy end” que no resulta creíble tras haber visto la película.