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Crítica: "3 metros sobre el cielo", de Fernando González Molina, por Pelayo López

Cuanto más alto subas, más dura será la caída. Fernando González Molina, director de la adaptación española de la exitosa novela del italiano Federico Moccia, no ha caído, precisamente, en tan elocuente sentencia. El realizador de “Fuga de cerebros”, y de algunos capítulos de “Los hombres de Paco”, traslada a la gran pantalla un episodio más de la mencionada serie de televisión, no en vano Antena3 corre con la producción. Precisamente, el principal gancho proviene de dicha pequeña pantalla: Mario Casas. Su contribución a la causa, la única por mucha rebeldía que pretenda aparentar es la recaudatoria, bien ha valido la pena: la taquilla española, léase las adolescentes patrias, ha respaldado su estreno. De la falta total de necesidad -esta historia de una chica bien y un niño gamberro que se enamoran no es nada nuevo y ya tenía una versión italiana previa-, a la posible justificación para adaptar la secuela literaria.

El actor no da la talla, salvo a la hora de golpear con sus puños. Su otra mitad, María Valverde, da el pego como modosita. Ni el uno ni la otra consiguen que nos les creamos en sus supuestos cambios de personalidad y no destilan química alguna. Tampoco la fotografía realza los contrastes entre los mundos canalla y pijo. Lo mejor del reparto: Nerea Camacho. La protagonista de “Camino” aporta el dulce y frívolo humor adolescente.

Como no todo son errores, destaca el look norteamericano en algunos momentos -excesivamente retocado en otros-, y, sobre todo, la espectacularidad y brillantez de la primera carrera de motos, lo mejor en mucho tiempo en el cine español en lo que a acción se refiere. Una BSO con Dorian, Annie B. Sweet... pretende dar un aire indie que no transmite. Como lápida musical: “Forever young”. ¿Por qué no hip hop, rap... o ritmos callejeros?. Con unos diálogos que vuelan a ras de asfalto y sin fuego, 3MSC es demasiada pretensión, más bien un palmo sobre el suelo.