Empiezo a pensar que, en el cine como en la vida, las casualidades no existen, o, al menos, son menos de las que parecen. Por un lado, Daniel Benmayor parece haber utilizado su primera película, “Paintball”, para familiarizarse con un entorno boscoso en el que rodar este nuevo proyecto más maduro y sólido. Por otro, Juan José Ballesta, de actualidad por “Hispania” y “Entre lobos”, conjuga aquí esa doble faceta interpretativa: la vengativa y la de superviviente. Uniendo todos estos argumentos, el resultado no es una cinta histórica de corte clásico, de hecho, ni siquiera la conocida historia del tamborilero, presentada visualmente a ritmo cuasi-videoclipero, es la principal ya que, simplemente, sirve como detonante para la cacería humana posterior con la que los franceses pretenden borrar la ofensa.
¿Realidad o ficción?. Eso queda a gusto del espectador, no en vano la “interrupta” estocada final resulta un tanto increíble. Al director, aplausos por correr el riesgo de innnovar, lo justo eso sí, en un género encorsetado en nuestro país; por conseguir, aún siendo la típica cacería “one by one”, captar la atención hasta el final, aún cuando el principio resulta un poco soporífero y convencional, sobre todo en lo concerniente al romanticismo adolescente; y por ofrecer, el territorio lo facilita, unas panorámicas filmadas con el pulso de realizadores como Terrence Malick.
Por su parte, “El Bola” sigue creciendo y aquí resulta convincente en su papel, si bien el error de dicción sitúa al personaje en la línea del estrépito del Vigo “Alatriste” Mortensen. Destacan, sobre todo, un Vincent Pérez como militar poseído por recuperar el honor perdido, y un Santi Millán soberbio que, realmente, da miedo. Si pensáis que es imposible unir en una misma bobina a un “Rambo” con pinturas de camuflaje y una historia con plasmación de corte como “El último mohicano”, os equivocáis.
Por su parte, “El Bola” sigue creciendo y aquí resulta convincente en su papel, si bien el error de dicción sitúa al personaje en la línea del estrépito del Vigo “Alatriste” Mortensen. Destacan, sobre todo, un Vincent Pérez como militar poseído por recuperar el honor perdido, y un Santi Millán soberbio que, realmente, da miedo. Si pensáis que es imposible unir en una misma bobina a un “Rambo” con pinturas de camuflaje y una historia con plasmación de corte como “El último mohicano”, os equivocáis.