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Crítica: "The way", de Emilio Estevez, por Pelayo López

Un hombre recibe una llamada para comunicarle que su hijo ha fallecido recién inciado el Camino de Santiago. A su llegada para repatriar el cuerpo, él mismo decide emprender la ruta para descubrir algo más sobre su personalidad ya que no mantenían una relación muy estrecha. Este punto de partida tan familiar se extrapola, de modo que Martin Sheen y Emilio Estevez, padre e hijo además con raíces gallegas, son protagonista y director respectivamente. Este camino, hay que ser sincero, no deja de ser un producto turístico promocional, si bien es cierto que su poso, nada que ver con las convicciones religiosas relacionadas con el jubileo -como queda claro con las motivaciones de los peregrinos protagonistas-, invita a cualquier espectador casi antes de finalizar la proyección a emprender el trayecto.

Curiosamente, esta invitación no llega con los espectaculares paisajes que uno puede ver durante el recorrido, está bastante desaprovechada esa posibilidad en los largos planos entre escenas, pero sí con el espíritu de conversión personal y las relaciones nacidas a pulmón abierto. Inexplicable también la ubicación de algunas costumbres y tradiciones españolas, ¡dónde quedan las reclamaciones a Tom Cruise sobre los sanfermínes sevillanos!-, y la selección musical, donde lo celta se une a temas de Alanis Morissette...

Estevez falla por tanto en estos aspectos, dilapidando la credibilidad que consiguió con “Bobby”, pero acierta en el reparto... y eso salva la película. Las interpretaciones son soberbias, salvo, llamativamente, la del padre de la criatura, que refleja el paso de los años: el holandés Yorick Van Wageningen, el irlandés James Nessbit y, sobre todo, la canadiense Deborah Kara Unger hacen que les deseemos como compañeros de viaje. En resumen, la cinta refleja el sufrimiento dramático del esfuerzo físico y el júbilo jovial de los encuentros espirituales.