David Fincher nos presenta su séptima película, una cinta en la que nos narra un tema tan actual como escabroso: la creación del ‘social web site’ Facebook y la disputa por la idea que ha cambiado la forma de relacionarnos en el mundo en el que vivimos. El punto de vista de la narración es distinto al esperado, puesto que vemos más allá del hecho de la aparición de Facebook, también sus consecuencias. Fincher nos muestra al protagonista teniendo dificultades a la hora de relacionarse con los demás, curiosa idea siendo éste el creador de la mayor red social del mundo. Está claro que el concepto de amigo en el portal web no es el mismo que una relación en persona.
El director logra con una sencilla y genial puesta en escena hilvanar las secuencias y además liga a través de la narración las historias que rompen el espacio-tiempo. Se entiende por tanto que no vamos a disfrutar de ningún efecto visual que nos llame la atención, incluso tratando un tema con códigos extraños para el resto de los mortales y que son muy dados las sobreimpresiones en la pantalla. Sin embargo, Fincher nos vuelve a sorprender pues los gemelos que acusaron al fundador de Facebook son interpretados por una misma persona, Armie Hammer. Fincher no utilizó el desdoblamiento, fue más allá, y usó un segundo actor figurante para luego sustituir cara y voz por el mismo Hammer.
Una vez más, tengo que destacar la labor indispensable que lleva a cabo una muy buena banda sonora realmente acorde con el ‘tempo’ y temática del film. No quiero dejar de mencionar al compositor Atticus Ros, quien, con pocas creaciones en su haber, ya ha demostrado su valía como en “El libro de Eli”. En una historia en la que en todo momento tienes la sensación de estar aprendiendo algo, Fincher logra una obra muy correcta y elegante que se puede resumir en pocas palabras: 130 minutos de metraje que se pasan como si fueran 10.