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"Carancho", de Pablo Trapero, por Pelayo López

Carancho es el nombre de un ave rapaz de carácter oportunista. “Carancho” es también el título elegido por el prometedor Pablo Trapero para contarnos una historia negra de cazadores y presas ambientada en el submundo de las aseguradoras y l@s “prim@s”. El director de títulos como “Mundo grúa” o “Familia rodante” da un paso al frente con una historia igualmente personal e interesante, pero más cinematográfica y comercial, un paso valiente sin desprenderse de su esencia y de sus señas de identidad, adaptándose al tiempo a los nuevos requerimientos con gran soltura.

Dos personajes buscan un motivo para seguir viviendo: él (Ricardo Darín) un asegurador sin escrúpulos -¿se puede decir algo de un actor al que nunca vemos en un renuncio?-, ella (Martina Gusman) una doctora de urgencias anestesiada de la vida -si el director ha contado con su pareja como en “Leonera” es porque lo vale-. Sin embargo, en ese cruce de sentimientos -vinculado por el bolero “Nuestro juramento”-, sus vidas peligrarán al intentar salir él de su encierro forzoso. Pese al siempre pausado ritmo narrativo argentino, la cinta nunca pierde interés en gran medida por la precisión de unos magistrales planos secuencia.

Lo mejor de la película está, sin duda, en su final, un final presumido desde su inicio, con unas contundentes cifras de siniestralidad automovilística, que es imposible evitar por la hostilidad del entorno. De este modo, el metraje nos confirma una doble premisa: la premeditación de la accidentalidad condicionada por el ser humano; la accidentalidad de la accidentalidad condicionada por el azar. La forma de rodarlo: brillante y espeluznante.