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II Premio UIMP a la Cinematografia: J. L. Borau

El director de cine José Luis Borau ha reivindicado este lunes 19 de Julio, en Santander, el cine como un oficio "arduo, propio de gente enloquecida, sin perspectiva, ni sentido común ni prudencia". Para el director de 'Niño nadie', el cine es "un camino maravilloso, pero arduo, difícil, y a veces enojoso", y de hecho ha dicho que "rodar es fracasar", tras recoger el II Premio de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo a la Cinematografía que ha consistido precisamente en una claqueta.

Borau ha confesado a los presentes en el acto que se siente "feliz" porque ha tenido la "inmensa suerte" de hacer siempre lo que ha querido en el mundo del cine. "He trabajado en lo que me gustaba, he hecho las películas como me ha dado la gana", ha manifestado, indicando que ha sido así pese a que había ocasiones en que "el primer día de rodaje, cuando se iluminaba el decorado, ya veías que eso iba a ser un fracaso". Pero él considera que "el buen director no es el que hace las cosas como ha querido, sino el que con lo que tiene en la mano en ese momento, saca algo". "No hay profesión que me guste más que la mía. No creo que haya oficio mejor, te sientes Dios", ha expresado, admitiendo que "a la larga" y pese a las dificultades y errores, y a haber "sufrido como el que más", al final, "eso es lo que te hace feliz".

El también presidente de la Sociedad General de Autores Españoles ha subrayado que hacer cine "siempre ha sido difícil", pero remarcó que se ha pasado de una época, cuando él comenzó, en que se consideraba una "excentricidad" a otra, la actual, en que, pese a la desaparición de la censura, hay "problemas nuevos", como la existencia de más competencia. La 'laudatio' ha corrido a cargo de su amigo, el director cántabro Mario Camus, quien ha evocado, relatando a modo de secuencias cinematográficas, los momentos que ha compartido con el director de 'Furtivos', desde los inicios de ambos en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid, que posteriormente se convertía en la Escuela Oficial de Cinematografía. Fue una época en la que esta generación de jóvenes cineastas se dedicaba a "hacer guardia" ante la "fortaleza", como veían a la escuela de cine, un lugar en el que a los profesores les importaban "un pimiento" y todos los días se proyectaba una película, la misma. Pero lograron hacer la "revolución" con su "apetito rebelde" que sirvió para "abrir camino a generaciones de nuevos cineastas", y aunque el grupo "se dispersó", rodando películas, creando productoras o impartiendo clases, conservaron "una lectura común" de la imagen. Finalmente, el rector de la UIMP, Salvador Ordóñez, ha elogiado el papel tanto de Borau como de Camus, así como la relación histórica entre esta institución académica y el mundo del cine, desde su creación hasta la actualidad.