Como sucede en estos casos, existen varias combinaciones posibles en torno a la película y a la novela en la que se basa. Por un lado, bien se puede haber leído la obra y no haber visto la película; por otro, quizás no se haya leído el libro pero sí se haya visto la película; y, finalmente, algunos habrán leído la novela y visto ya la película. Si bien reconozco que lo más adecuado es juzgar con conocimiento de causa -haber leído el libro y visionado la película-, también soy totalmente sincero cuando reconozco que no soy aficionado a los bestsellers literarios y/o las películas que de sus páginas nacen.
La nueva entrega planteada sobre el artificio de Dan Brown, 3/4 de ficción y una pizca de realidad, entretiene bastante, mucho incluso diría yo. No hay tiempo apenas para reflexionar sobre la marcha en torno a todo lo que está aconteciendo en la gran pantalla, y quizás aquí nos encontramos el principal lastre del proyecto. Tanta vorágine, tanto movimiento trepidante por parte de los protagonistas apenas permiten la reflexión por parte del espectador, un juego necesario en el cine no exclusivamente palomitero para la interconexión con el patio de butacas. Aquí no se produce, algo que sí ocurría en la primera entrega, mejor dicho en la secuela estrenada con anterioridad. Quizás esta falta de previsión en el orden de rodaje, premeditada con alevosía o justificada a tenor de los resultados económicos, contribuya también a que, en la comparación entre una y otra, esta nueva entrega acabe sucumbiendo y limitándose a figurar como un mero recorrido turístico por Roma en el que apartados como la música o la fotografía pasan completamente a un segundo plano. Así que Ron Howard se da el batacazo.¡Y sobran comentarios sobre la subida a los cielos y la bajada a los infiernos a los mandos de un helicóptero de uno de los protagonistas en el camino hacia su canonización...!.
Por otro lado, no sé muy bien los motivos, parece que nos interesan más los temas místicos que la relación entre Iglesia y Ciencia. La primera película abordaba misterios religiosos con mayor poder de convocatoria que el nuevo argumento, centrado en esa polémica relación más hacia el futuro que hacia el pasado. ¿Nos interesa más saber de dónde venimos que a dónde vamos?. Campaña publicitaria talonada aparte, la Iglesia y sus críticas a la cinta, incluyendo el veto para rodar en la Ciudad del Vaticano, han contribuido también innecesariamente a incrementar sus atractivos entre un público con un perfil concreto. Personal y sinceramente, una vez vista la historia no tengo la impresión de que la Iglesia salga tan mal parada como dicen. Más bien todo lo contrario. Como en toda casa de vecino, la Biblia ya lo reseña, hay ovejas negras. Pero, al final, la luz resplandece. Y eso que, en principio, la situación no puede ser más complicada. El Papa acaba de morir y se va a celebrar el Cónclave para elegir a su sustituto. No obstante, los 4 favoritos desaparecen y sus secuestradores, el grupúsculo o secta de los Illuminati, planea destruir el Vaticano con la todopoderosa antimateria. La cuenta atrás comienza... y nuestro experto en simbología religiosa tendrá que entrar en acción junto al servicio secreto vaticano y la Guardia Suiza.
El profesor Robert Langdon, Tom Hanks, se conserva muy bien físicamente, de eso no hay duda sobre todo viéndole hacer unos cuantos largos o piruetas de todo tipo. Sin embargo, en el plano interpretativo, más de la misma madera. Junto a él, y en sustitución de Audrey "Amelie/Coco" Tautou, aparece la israelí, menudo atrevimiento, Ayelet Zurer, actriz a la que hemos visto en cintas como "Munich" y de la que sólo podemos decir que, al menos, raya a la altura de su compañero. Sin llegar al nivel al que nos tienen acostumbrados, pero bastante por encima de sus compañeros, dos muy buenos actores: Ewan McGregor y Stellan Skarsgard. En definitiva, la sensación resultante le confiere mayor interés popular a Da Vinci que a la lucha entre las espadas del Señor o los tridentes de Lucifer. Por cierto, existe otra película titulada, mucho más acertadamente, "Angeles y demonios". Se trata de una historia de hace unos años también con un reparto muy interesante, donde destacan Christopher Walken y Viggo Mortensen. Por si os interesa... puede que merezca más la pena.
Por otro lado, no sé muy bien los motivos, parece que nos interesan más los temas místicos que la relación entre Iglesia y Ciencia. La primera película abordaba misterios religiosos con mayor poder de convocatoria que el nuevo argumento, centrado en esa polémica relación más hacia el futuro que hacia el pasado. ¿Nos interesa más saber de dónde venimos que a dónde vamos?. Campaña publicitaria talonada aparte, la Iglesia y sus críticas a la cinta, incluyendo el veto para rodar en la Ciudad del Vaticano, han contribuido también innecesariamente a incrementar sus atractivos entre un público con un perfil concreto. Personal y sinceramente, una vez vista la historia no tengo la impresión de que la Iglesia salga tan mal parada como dicen. Más bien todo lo contrario. Como en toda casa de vecino, la Biblia ya lo reseña, hay ovejas negras. Pero, al final, la luz resplandece. Y eso que, en principio, la situación no puede ser más complicada. El Papa acaba de morir y se va a celebrar el Cónclave para elegir a su sustituto. No obstante, los 4 favoritos desaparecen y sus secuestradores, el grupúsculo o secta de los Illuminati, planea destruir el Vaticano con la todopoderosa antimateria. La cuenta atrás comienza... y nuestro experto en simbología religiosa tendrá que entrar en acción junto al servicio secreto vaticano y la Guardia Suiza.
El profesor Robert Langdon, Tom Hanks, se conserva muy bien físicamente, de eso no hay duda sobre todo viéndole hacer unos cuantos largos o piruetas de todo tipo. Sin embargo, en el plano interpretativo, más de la misma madera. Junto a él, y en sustitución de Audrey "Amelie/Coco" Tautou, aparece la israelí, menudo atrevimiento, Ayelet Zurer, actriz a la que hemos visto en cintas como "Munich" y de la que sólo podemos decir que, al menos, raya a la altura de su compañero. Sin llegar al nivel al que nos tienen acostumbrados, pero bastante por encima de sus compañeros, dos muy buenos actores: Ewan McGregor y Stellan Skarsgard. En definitiva, la sensación resultante le confiere mayor interés popular a Da Vinci que a la lucha entre las espadas del Señor o los tridentes de Lucifer. Por cierto, existe otra película titulada, mucho más acertadamente, "Angeles y demonios". Se trata de una historia de hace unos años también con un reparto muy interesante, donde destacan Christopher Walken y Viggo Mortensen. Por si os interesa... puede que merezca más la pena.