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Crítica: "Los partyculares", de Fernando Sánchez

Dado el anuncio hecho público ya por parte de la organización del Festival Internacional de Cortometrajes de Torrelavega para la edición de este 2009, que incluye una nueva orientación hacia el género de la comedia, estamos seguros de que el último cortometraje de Fernando Sánchez, "Los partyculares", contará con muchas opciones de cara a conseguir un importante resultado en el certamen. Si bien hasta ahora el cine del realizador torrelaveguense era bastante personal, y a veces el muro levantado era demasiado alto como para que un público generalista pudiese saltarlo, en este caso se desmelena, nunca mejor dicho por el argumento y en el mejor sentido de la palabra, para ofrecernos una historia "hipnótica" de marcado dinamismo rítmico.

Cuatro amigos de la más variada procedencia, y con los más diversos caracteres, deciden acudir a una fiesta/guateque. Música, bebida, chicas... y, como suele suceder en muchas ocasiones, el final de la noche, para no desvelar el desenlace, está por descubrirse. Esta historia generacional es una idea de Manuel Menchaca, coguionista junto al propio realizador del cortometraje que nos atiende. Seguramente, más de uno pensará que la fiesta en cuestión tiene más bien poco que ver con las de hoy en día, léase por ejemplo el botellón, pero encierra ese aire nostálgico que para los que tenemos cierta edad aún recordamos celebrando en algún que otro garaje. Más allá de esa vinculación personal, Fernando Sánchez sabe construir un universo propio lleno de escenas costumbristas propias cercanas a posibles recuerdos de los espectadores.

El telón de fondo, "la sala de fiestas" tiene además una presencia colorista muy lograda y que sirve a la perfección para crear el ambiente preciso de cara a sumergirnos en esta "borrachera" de gags y temáticas comunes a todas las generaciones. En circunstancias como las presentes, donde la fluidez y cercanía de palabras marcan diferencias, el guión cumple con creces, salvo alguna concesión esporádica y menor resbaladiza, a la hora de meternos en situación con unos diálogos medidos, precisos, concisos y llenos del carácter urbano y cosmopolita.

En el apartado menos favorable, es muy difícil conseguir un pleno, destacan varios planos de "travelling"/movimiento de cámara muy forzados, extremadamente bruscos. Además, en lo que concierne a las interpretaciones, el reparto nos ofrece momentos realmente reseñables junto a otros muy limitados y/o todavía por pulir ante una cámara. Sin nombres señalados, quedará en la retina de los espectadores una secuencia memorable mandolina en mano. Precisamente, la BSO juega un papel determinante tanto en los momentos más cómicos como en los créditos finales para emulsionar y potenciar el efecto nostálgico y la reflexión final. ¡Que tire la primera piedra quien no se haya sentido alguna vez un partycular de pro!. Con permiso de los cinéfilos, ¡Fernando se coló en tu guateque, Blake!.