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Crítica: "Babylon", de Matthieu Kassovitz

"Blade Runner" es una cinta de culto, un referente en el cine de ciencia-ficción y, por extensión, dentro del séptimo arte en general. Son muchos los que esperan una nueva película de género que pueda marcar época, aunque, siento decirlo, me parece que no será tampoco la propuesta del francés americanizado Matthieu Kassovitz. No quiero decir con esto que la cinta sea mala, pero me parece que, con tanta disputa entre el estudio y el director -uno ponderando lo económico y el otro lo artístico-, al final el camino del medio nos ha privado a los espectadores de algo que para el primero podía haber resultado incluso más rentable a medio/largo plazo y para el segundo su asentamiento definitivo como director tras la prometedora "Los ríos de color púrpura" y la muy mejorable "Gothika". Aún cuando los elementos de la trama no son novedosos, de hecho seguramente su mezcla nos recuerde a las recientes "Hijos de los hombres" o "Doomsday", el metraje resiste.

Apocalipsis pseudofuturistas, avances tecnológicos, clonaciones de todo tipo, sectas reliosas o religiones sectarias... Un mercenario con principios, como no podía ser menos -si hay que matar, que sea con motivo-, debe escoltar a una joven misteriosa con extraños poderes y a su monja protectora de Rusia a Nueva York. Sin embargo, lo que en principio parecía ser un trabajo fácil pronto se convertirá en un rosario de espinas que puede acabar echando por tierra su deseada jubilación y llevarle al otro barrio. El mercenario es Vin Diesel, un actor que, como le ocurre a otro de los actuales héroes de acción -Jason Statham-, suele rendir bastante bien para el papel que se le presupone. Aquí no defrauda y demuestra de nuevo que, con la expresividad justa marca de la casa, sus personajes salen a flote.

Michelle Yeoh, por su parte, está acostumbrada a papeles más físicos y aquí, que se exhibe más bien poco con sus dotes marciales, no resulta nada convincente. La sorpresa es Melanie Thierry, una actriz que, a nivel físico, podemos calificar como una mezcla entre Kate Moss, Natassa Kinski y nuestra Esther Cañadas. Su mirada, capaz de expresar un amplio abanico de sentimientos dependiendo del momento, puede ser lo mejor de la película. Sin embargo, destacan en el plano interpretativo pese a sus breves apariciones Charlotte Rampling y Gerard Depardieu: ella, brillante como líder sin escrúpulos de una secta religiosa que busca la hegemonía mundial; él, soberbio, y eso que a mí no me gusta demasiado, como señor de la guerra distorsionado gestualmente. El prometedor arranque, con una base de rap y la presentación del personaje central como sujeto aislado voluntariamente del mundo, da paso a un metraje que, gracias a su acompasado ritmo con samples de acción entrelazados por leves respiros para la explicación narrativa, no pierde nunca la cara y nos mantiene interesados en una historia que parece más de lo que realmente acaba siendo. ¡Menos mal que las dos horas y media largas que el director quiso estrenar se quedaron por el camino!.

No lo digo porque la cinta decaiga, sino más bien porque en ese caso supongo que sí se hubiese dado esa circunstancia y a pesar de que el final resulta demasiado previsible y fuera de lugar. Por medio, y afortunadamente al contrario de lo que ocurre por error en otras muchas películas de semejante corte, no prevalecen los diálogos moralistas. Como los ingresos mandan, en medio de un acertado contraste sobre un futuro ya palpable entre las ciudades destruidas y las "cities" domóticas, no podían faltar los nada subliminales anuncios publicitarios de las marcas USA más internacionales. Llamativos resultan, además, algunos de sus efectos especiales, ya que hay que recordar que grandes maestros del cine de todos los tiempos, por mucho que nos pese y porque aquí no tenemos de momento un cine de ciencia-ficción propio y genuino como nuestros vecinos, son de origen francés. El humo del fuego que pudo haber sido se ha quedado, sin embargo, en un simple cerco de cenizas, porque, en este caso, al final y como en "ET", (spoiler) todos regresan a casa...