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Crítica: "Frases célebres" + "Meditaciones", de Roberto Ruiz

Se suele decir que los grupos musicales tardan mucho tiempo, los que lo hacen, en encontrar su sonido. Aplicando esa teoría al mundo del cine, supongo que será difícil para un director, en este caso de cortos, hacerse su propia seña de identidad visual y narrativa. Afortundamente, algunos de los nuestros lo tienen claro y, pese a que a muchos su estilo pueda no encajarles demasiado, siguen siendo fieles a sus propios criterios. Roberto Ruiz, con el apoyo indisoluble de su familia - padre y hermano fundamentalmente-, es uno de ellos, y lo deja muy claro, al tiempo que demuestra que la economía de recursos es fundamental en este mundo -¿por qué decir únicamente formato cuando es mucho más?-, con sus dos últimos trabajos: "Frases célebres" y "Meditaciones".

Cuando uno intenta agradar a los demás, cuando uno mira más hacia afuera que hacia adentro, además de traicionarse a si mismo acaba sin encontrar nada de lo que aparentemente pretendía encontrar. Me atrevería a decir que, perdón si me equivoco, que el celuloide es para sus responsables un vehículo más que un destino. Seguramente, a nivel técnico -sobre todo el sonido-, es realmente muy mejorable en algunos fragmentos; a nivel interpretativo, las puestas en escena de los actores son a menudo histriónicas y exageradas... pero, ¿cuántos son o han sido capaces de extraer de lo más mundano y miserable como Kusturica, Fellini o el recientemente fallecido Pedro Masó las perlas de la emoción con las dosis de optimismo necesarias para revitalizar al personal y siempre con el sentido del humor a flor de fotograma?. Roberto Ruiz lo transmite, y lo hace, incluso, sirviéndose de una herramienta tan necesaria como indispensable en el cine: la música. Mis reverencias, una vez más, a la siempre acertada selección musical con que acompaña sus "atípicas" historias, aunque en el fondo tienen un poso de cotidaneidad que abruman aún más.

Aunque en principio no tienen nada que ver, estas dos historias independientes a priori, de las que omitiremos cualquier tipo de etiqueta porque sencillamente es bastante complicado, presentan bastantes hilos de comunicación, unos flujos basados en filosofías vitales tan claras como la luminosidad y el colorido que nos encontramos en la mayoría de los planos de ambos metrajes, uno de los aciertos fundamentales de estos cortometrajes. De este modo -y con la gratitud pertinente por haberse servido de algunos paisajes asturianos-, como el aceite y el agua, juntos o revueltos, los sentidos son los mismos.