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Crítica: "Wall-e", de Andrew Stanton

Con la oleada de comentarios extraordinarios que se habían dicho ya en torno a la nueva propuesta de Pixar, lo cierto es que servidor tenía ciertas dudas en torno a tanta alabanza casi unánime. Sin embargo, esta maravillosa historia de amor ¿imposible? entre Wall-e y Eva, dos robots de distinta generación -¡y en esto de la era digital es mucho decir!-, es un acierto rotundo y contundente por parte de la factoría de "Toy story", "Buscando a Nemo" o "Ratatouille". A diferencia de sus antecesores, esta nueva propuesta, pese a todo comprensible a ciertos niveles para los niños, se orienta mucho más a un público adulto. Justifican esta aseveración varios elementos, por ejemplo: la historia está llena de alusiones lógicas a nuestra capacidad para destruir el continente en el que habitamos, las muchas referencias cinéfilas (y no sólo al cine de animación)...

Imprescindible. Una obra maestra. La mejor película desde hace mucho tiempo. ¿Por qué?. Porque cada plano es una maravillosa composición poética (quizás el único pero sea alguna canción innecesaria, puesto que hasta el acompañamiento musical es brillante).

No se puede decir más. Sobran las palabras...

¿Una imagen vale más que mil palabras?. Es posible, pero ¿por qué entonces el cine no sigue siendo mudo?. Aquí esta premisa se cumple, pero también la entonación de los personajes tiene su precio en oro de celuloide... Quilates de chatarra en fotogramas inolvidables...