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"Todos estamos invitados": de un compromiso meritorio...

Como no podía ser de otro modo, tengo que empezar el comentario de la última película de Manuel Gutiérrez Aragón dándole la enhorabuena al director torrelaveguense, y, además, por partida doble. Por un lado, por su cosecha de premios en el reciente Festival de Málaga, donde ha conseguido el Premio Especial del Jurado y el Premio al Mejor Actor de Reparto por la interpretación de Oscar Jaenada. Sin embargo, una vez visto el resultado final, me parece que los aciertos de esta propuesta, tan arriesgada como necesaria, no alcazan similares cotas que las auspiciadas por unas mejoras notables asequibles con otro planteamiento distinto.

El argumento deriva por la amenaza terrorista a un profesor universitario, la presunta amnesia de un etarra tras sufrir un accidente y el vínculo que entre ambos se establece a través del tercer vértice –la pareja del primero y psicóloga del segundo-. Sinceramente, creo que, a la hora de asumir el riesgo, debería haberlo hecho completamente. Me explico. 3 personajes, una trilogía. En esta cinta, y tal y como están abordados los distintos puntos de vista, las expectativas no se cumplen salvo a brochazos esporádicos. De este modo, los personajes podrían desarrollarse y tendríamos ocasión de acercarnos y reconocer, con mayúsculas, una situación que, no por expuesta en los medios, deja de ser “desconocida” y ajena. Pese a todo, reconozco la brillantez de algunos retazos fruto de una veteranía y solidez incuestionables. Particularmente, a ese respecto, destacar los preparativos de la primera cena de las típicas sociedades gastronómicas –la suculenta cocina vasca está muy presente-, y su desarrollo paralelo a la fermentación de la amenaza, culminado con una declaración de intenciones y, sobre todo, miedo. Contrarresta ese efecto positivo la excesiva sensiblería de otros fragmentos, como un paseo de pareja por la playa saturado de incredulidad a ojos del espectador, o locuras con reminiscencias a los dibujos animados como el sueño bipolar entre ángel y demonio. Y, a modo de responsabilidad colectiva, entre los momentos en los que entonar mea culpa por parte de todos, figuran las lecciones de autoprotección o la escena en que se transmite entre rangos terroristas la orden de asesinato.

El reparto tampoco parece ser la mejor baza de la cinta, fundamentalmente si atendemos al tandem protagonista. Ni José Coronado ni Oscar Jaenada resuelven sus papeles con la solvencia requerida, en el primer caso pese a contar con las bases precisas para desarrollar su doble faceta de seductor y tipo duro y, en el segundo, porque no aprovecha los hilos cedidos para tejer mayor fuerza y dubitación a su personaje. No tengo duda alguna de que lo mejor del elenco lo encontramos en dos secundarios: Iñaki Miramon e Iñake Irastorza, la madre del personaje interpretado por Josu Jon. El primero temible y la segunda abnegada, protagonizando además ésta última el final de la película, puede que lo mejor de su metraje. Ambos soberbios. De Vanessa Incontrada, la chica, poco podemos decir. La belleza italiana, nada que ver con su rotunda compatriota Monica Belucci pero también con un aura seductora a través de una mirada de miel sobre un rostro pecoso, podríamos decir que prácticamente hace de sí misma. ¡Otros seguramente se identificarán a si mismos en un paisaje urbano de sobra conocido por estos lares pero ataviado con barricadas y humo!.

En otras latitudes, el terrorismo lleva abordándose mucho más tiempo a través del cine, una presencia que, aunque no ha sido abundante en nuestra cinematografía, sí nos ha dejado unos cuantos títulos de diferente calidad. De Yoyes a La pelota vasca, de Días contados a La muerte de Mikel, e incluso una película con cierto parecido filmada por otro cántabo: La playa de los galgos, de Mario Camus. En este caso, incluso la textura adelantada en el trailer desaparece de la pantalla, un aporte que anunciaba una mayor credibilidad y realismo. Como no todas las partituras cinematográficas de nuestro país son obra de Alberto Iglesias, no me queda más que aplaudir la música de Angel Illarramendi. ¡Ya entenderéis el motivo!. Confieso que, entre la última producción de Manuel Gutiérrez Aragón, me quedo con La vida que te espera. Supongo que, entre otros aspectos, por la cercanía. Su última propuesta, lo siento, pasa de un compromiso meritorio a una invitación sin remite.