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"Antígona tiene un plan": un plan de inversión...

Desde la butaca de la novedad, por lo extraño que resulta ver este formato en nuestras "plazas", y de la esperanza, ¡parece mentira que hayamos tenido que esperar tanto tiempo para ver en casa algo nuestro!, hoy nos adentramos en las singularidades del musical, un género, como decimos, prácticamente abandonado en nuestros escenarios y para el cual esperamos se haya roto por fin una lanza en su favor.

Sobre la figura clásica de Sófocles y su personaje de Antígona, este musical puede servirnos para acabar, finalmente, con los clichés y abrir, al mismo tiempo, los ojos de aquellos que continúan limitando estos libretos a músicas repetitivas y ancladas en el brillante pasado de sus mejores y más aclamadas obras. Con un despliegue de luces y efectos desbordante, la trama, quizás algo difícil de seguir por los más pequeños (debido a su larga lista de personajes y lo remoto de su ambientación) pero interesante y moralizante para los adultos, fluye de manera dinámica y finamente entrelazada con los números musicales, aunque puede que alguno de los mismos, si bien necesarios para el montaje escénico a modo de interludios, resultan innecesarios y algo tediosos, y recuerdan, voluntaria o involuntariamente, a Michael Jackson y su célebre "Thriller". Del resto, sólo resulta achacable la incitación al consumo de cerveza, sobre todo, teniendo en cuenta la edad media del público asistente. Y todos ellos, a base de ritmos y cadencias actuales como el hip-hop, rap, funk... y reminiscencias musicales que pasan desde Mecano a Snap, conjugan sin producir distorsión alguna con el corte histórico del argumento. ¡Todo un logro!.

Acierto inconmensurable también el casting. ¡Lástima que no hayamos tenido que quedar sin ver la premiada labor de nuestro Premio Max Edy Asenjo!. Si el nivel del conjunto es impresionante, a excepción de dos "picos inferiores" momentáneos de dos personajes en un mal día que puede tener cualquiera, la calificación de Antígona no tiene palabras, tanto por su calidad en los números musicales, rayando a igual nivel en la faceta vocal y rítmica, como en la interpretación escénica. Por el contrario, es una pena que, sinceramente, un mal que acompaña a muchos conciertos y representaciones se reproduzca una vez más. En muchos fragmentos de la obra, la letra de los temas resulta prácticamente incomprensible por el excesivo volumen musical.

Un reino, un trono, cuatro hermanos, traidores, poder, conjuras, lealtad, ética... Tras una mezcla de teatro y nuevas propuestas audiovisuales como cariátides, con un final radiante en cuanto a resultado narrativo y propuesta visual, queda demostrado, con creces, que los responsables de este montaje teatral tienen garantizado, siempre y cuando vayan haciendo aportaciones con cierto interés y regularidad, un plan de inversión a medio plazo.