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¡Ahora sí estamos todos!

Hoy me permito el gusto de hablar de cine en esta columna de opinión, sin duda, aunque en este caso lamentable debido a la situación en cuestión, un acicate por las debilidades en torno al mundo del séptimo arte que uno siente. La fiesta del celuloide en nuestro país tiene nombre propio, los Goya, aunque puede que el artista que les da nombre sintiese más bien vergüenza ante espectáculos como el presente. Resulta que la Academia del Cine nacional ha decidido excluir de la gala de entrega de premios al hermano pequeño. Los cortometrajistas, en la próxima edición de los Goya, no tendrán oportunidad de recibir los galardones como el resto de premiados en formato cine, algo que se ha excusado argumentando la excesiva duración de este tipo de ceremonias y la influencia que la misma tiene sobre el interés que despierta en los espectadores. Las firmas recogidas de profesionales y aficionados, con la clara y loable intención de hacer entrar en razón a las brillantes mentes que han llevado a cabo esta irracional situación, no han servido para nada y han sido desoídas, con lo cual el comportamiento roza, al mismo tiempo, lo impertinente y lo suicida.

Mientras, festivales de prestigio internacional como Venecia o los Premios del Cine Europeo, donde por cierto ha sido la única presencia con la que el cine español ha contado, han escogido como mejor cortometraje de 2007Alumbramiento”, del español Eduardo-Chapero Jackson. Desconociendo como pueden habérselo tomado las personas que acordaron esta absurda resolución, lo cierto es que habla muy mal de nuestro cine en su conjunto. Por un lado, la cinematografía patria se queja de la falta de respaldo popular y, por otro, los espectadores se quejan a su vez de la falta de interés que despiertan nuestras películas entre la maraña de estrenos extranjeros que cada semana campan a sus anchas por nuestras carteleras. Aunque la solución a este problema es mucho más complicada de atajar, no creo que el emprendido sea el camino más adecuado: cerrar las puertas del presente arruina el futuro.

Pues bien, todo lo comentado, aunque no conviene dejarlo en saco roto para que no vuelva a ocurrir, afortunadamente, ha quedado como un manchón que ha conseguido limpiarse. Rectificar es de sabios, y desde aquí, por propia voluntad o por las presiones manifestadas, aplaudimos el cambio de sentido de los responsables, de modo que, finalmente, el mundo del cortometraje contará con su justa y equitativa presencia en los Goya 2008. ¡Ahora sí estamos todos!.

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