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Crítica: "Indiana Jones y el dial del destino", por Javier Collantes

Las aventuras en las películas conforman una vía de entretenimiento en la sucesión de personajes ya como una parte del arte cinematográfico, cine con hechuras bajo el punto del héroe que ensalza su misión. Son tantas películas que a su vez leemos, vemos y nos embarcamos en la magnitud de alguien que pertenece al mito cinematográfico, entre sus valores, presencia, es una parte de la Historia del Cine. Ante innumerables salvadores, sólo queda uno que permanece en la memoria. Este insuperable es Indiana Jones, que contiene todos los elementos para traspasar las barreras... En este sentido, después de En busca del arca perdida, Indiana Jones y el templo maldito, Indiana Jones y la última cruzada e Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, nos llega, en modo despedida, la, en principio, última aventura del famoso arqueólogo.


Indiana Jones y el dial del destino, un film en pantalla grande, reconfortante, maravilloso, en los tonos del cine comercial bien realizado que, con nostalgia y sin excesos, consigue el camino trepidante, el humor, las persecuciones, secuencias espléndidas, cine que trasmite a lo largo de su metraje, una experiencia fílmica de primer nivel en la cartelera generalista. En esta quinta entrega, Jones emprende, en 1969, una nueva aventura, una nueva misión contra el tiempo para intentar recuperar un dial legendario que puede variar el curso de la Historia.


Acompañado por su hijastra, se encontrará con un ex-nazi que trabaja para la NASA y plantea definir un nuevo orden mundial. Bajo la dirección de James Mangold, este film es un prodigio en ritmo y forma, un relato con una fotografía excelente y una banda sonora acertada y correcta tutelada por John Williams, el espíritu de una historia apasionante compartido por Lucas y Spielberg, pero también por el extraordinario Harrison Ford, el perfecto Mads Mikkelsen, Phoebe Waller-Bridge, Antonio Banderas... Estados Unidos, Marruecos, Grecia, Sicilia... Indiana Jones y el dial del destino, algo más que un simple viaje, un salto en el tiempo al pasado vía Arquímedes, la experiencia del saber estar en el momento y lugar adecuados, la despedida del sombrero y el látigo, la grandeza de un personaje de cine emblemático, una película sensacional.