La paradoja de Antares es la ópera prima del director Luis Tinoco, y de su productora Onirikal Studios, tras su multipremiado cortometraje Caronte, pero no se trata de una persona recién llegada al negocio cinematográfico, ya que se encuentra trabajando en él desde hace casi 20 años, habiendo supervisado los efectos visuales de películas internacionales como Hellboy o Interestellar. Para su debut en el formato largo utiliza un solo escenario, un modesto observatorio astronómico español al que llega una señal de radio de procedencia desconocida. En este observatorio se encuentra la joven científica Alexandra, que deberá investigar esa señal utilizando los instrumentos a su alcance y comunicándose con el exterior con la tecnología disponible, con su desmotivado compañero de trabajo, con su jefe, con su becario, y con su hermana, todo ello mientras su padre se encuentra en el hospital aquejado de una grave enfermedad y, para añadir tensión, una enorme tormenta está atravesando la zona, lo que pone en peligro no solo las instalaciones sino también la seguridad de las personas con las que se relaciona.
La película no está plagada de efectos digitales, ya que solamente siete planos los contienen. Una de las bazas más importante de esta película es la interpretación de Andrea Trepat, a la que hemos podido ver en pequeños papeles en las series Gran Hotel o Caronte, además de en la película de Woody Allen Rifkin’s Festival que el director neoyorquino rodó en San Sebastián, y a la que pronto volveremos a ver en la esperada serie de Koldo Serra La reina roja. Es especialmente brillante su elaborado y documentado guion, que contiene todos los elementos necesarios para construir una historia trepidante, que sabe intercalar los puntos de giro en los momentos adecuados y que mantiene la tensión en el espectador en todo momento hasta el final. Al desarrollarse en una sola localización interior y con un solo personaje protagonista, aunque vemos otros que aparecen por videollamada, se emparenta con otras películas de estructura similar y que también alcanzaban notables cotas de calidad e interés como Enterrado (Buried), de Rodrigo Cortés; Locke, interpretada por Tom Hardy en el interior de un coche; o la película danesa The guilty, todas ellas muy interesantes.
En La paradoja de Antares, por tratarse de una mujer científica con una relación muy especial con su padre, no se puede obviar su parentesco con Interstellar, película que aparece de nuevo en esta reseña, y con la última película de Steven Spielberg, Los Fabelman, en la que en uno de los momentos mas interesantes de la misma se pone de manifiesto la permanente ruptura que produce en el alma de una persona que persigue su pasión, quitándole atención y presencia a la familia, y que no tiene solución ninguna. Estamos ante una breve película que apenas llega a los 90 minutos, algo que es una virtud, las películas buenas no tiene motivo para ser largas, a pesar de la última tendencia a hacerlas interminables. Aunque se trata de una película de temática científica, se entiende todo, algo de agradecer, y te hace pasar un rato muy agradable y entretenido. La paradoja de Antares fue el largometraje ganador en el pasado festival de Piélagos.