Llega a las pantallas cinematográficas la rotunda ganadora del Festival de Málaga. Desconozco el resto de las películas a competición, pero me atrevo a asegurar que, si no es la mejor, sí que estará entre el grupo más selecto del certamen. Su directora, la aragonesa Pilar Palomero, con una corta carrera como cortometrajista, se añade a la pléyade de realizadoras que están llegando a las pantallas con gran personalidad y talento entre las que cabe destacar a Celia Rico, Paula Cons, Mar Coll, Arantxa Echevarría, Carla Simón, Roser Aguilar, Andrea Jaurrieta, Lucía Alemany, Neus Ballús, Belén Funes, Elena Trapé, entre otras, que se unen a otras ya consagradas como Icíar Bollaín o Isabel Coixet, para mostrarnos propuestas llenas de contenido y personalidad.
Pilar Palomero logra captar en imágenes algo muy sutil y de enorme fragilidad, los sentimientos y pulsiones que asaltan a unas niñas en las puertas de la pubertad, especialmente a la protagonista, la joven Andrea Fandós, que demuestra un enorme talento ante la cámara y que, sin duda, volveremos a ver si su trayectoria y elección siguen transcurriendo por estos mismos derroteros. Interpreta a Celia, una niña de 11 años que asiste a un colegio de religiosas de Zaragoza a principios de los años 90. Ella y sus compañeras son el centro de atención de la película, formando grupos en los que se inician en el conocimiento de la lealtad, la crueldad, la amistad, la sexualidad y otras áreas de la psicología humana que formarán la personalidad de la adulta que comienza a dar sus titubeantes primeros pasos.
Celia vive con su madre y no conoce a su padre. La historia oficial dice que falleció de repente cuando era pequeña, pero estas explicaciones tan endebles empiezan a ser fuentes de dudas para la joven, de igual modo a los preceptos religiosos que escucha en el colegio. El detonante lo proporciona otra niña que llega al colegio desde Barcelona, con una educación más abierta y que le hace cuestionarse que las cosas quizás no sean como se las están contando. Las actrices que acompañan a las niñas son básicamente dos, la joven Natalia de Molina, ganadora de dos Goyas -el revelación por Vivir es fácil con los ojos cerrados y el protagonista por Techo y comida, título éste con el que tiene cierto parentesco-, además de Francesca Piñón como una de las religiosas, una estupenda actriz que conocemos por ser la secretaria de El Ministerio del Tiempo.
La niñas muestra la sociedad española, en la que la transición política, el golpe de Tejero, las Olimpiadas de Barcelona ya han quedado atrás y ahora ya es tiempo de Expo de Sevilla, y de la famosa campaña 'Póntelo, pónselo' para el uso del preservativo que creó tanta indignación y furibundos ataques en los medios de Carmen de Alvear, entonces presidenta de la CONCAPA (Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos) que hacía pensar que España aun vivía en tiempos pasados y no en los albores de un nuevo milenio. Nos encontramos ante una película pausada para degustar con paciencia de los pequeños detalles, algo similar a lo que ocurriera con otra magnífica película, Verano 1993, de Carla Simón, con la que comparte ritmo y época.