Basado en el cómic de Fermín Solis, este título representa uno de los estrenos, sino el mayor, más estimulantes del cine español en lo que va de año. Como el año pasado hiciera Raúl de la Fuente con la estupenda Un día más con vida, esta vez el animador Salvador Simó Busom nos muestra que las fronteras entre géneros se encuentran cada vez más diluidas, incluso con algunos tan identificables como la animación y el documental.
La película comienza con el estreno de La edad de oro en París, en 1930, con el que Buñuel escandaliza a toda la sociedad escandalizable de la época, incluido al mismísimo Papa de Roma, lo que hace que las posibilidades de seguir haciendo cine al genio de Calanda se le tornen muy complicadas.
Tras haber agotado las posibilidades de financiación familiar con su primera película, El perro andaluz, y de cualquier otro tipo con su segunda, regresa a España, donde es un perfecto desconocido y tampoco la consigue, pero su amigo Ramón Acín le promete que, si le toca la lotería, le dará el dinero para hacer un documental sobre Las Hurdes, en Extremadura. Pues le toca y gracias a ello puede hacerlo y se titulará Las Hurdes, tierra sin pan, en 1932
Buñuel en el laberinto de las tortugas quiere representar los tejados de las miserables viviendas de Las Hurdes, muy similares a sus caparazones, nos muestra el proceso de grabación de la película, insertando imágenes reales del documental en medio de la animación, sin que resulte extraño y también las manipulaciones que el director aragonés hacia para que las imágenes obtenidas fueran más fieles a sus deseos.
Vemos su personalidad, repleta de inseguridades, muy influida por la difícil relación con su padre, lo que le hace padecer pesadillas frecuentes, llena de contradicciones, el surrealismo con su apego a la tierra, su pasión por las armas de fuego con su amor al prójimo, su ateísmo con su religiosidad (suya es la famosa frase 'Soy ateo, gracias a Dios')... una complejidad que siempre se reflejó en su cine, con el que llegó a componer imágenes icónicas de este arte.
La película nos muestra también la fragilidad del arte que, en este caso, dependió de la fortuna, y el azar de su amigo Ramón Acín, y de la época histórica, ya que éste, junto con su esposa Conchita Monrás, fueron fusilados cuatro años más tarde, en 1936, bajo la acusación de anarquismo, el argumento que el gobierno golpista blandía cada vez que quería quitar de en medio alguna persona relacionada con el arte y la cultura. Por ello, la película también sirve de recuerdo de todas aquellas personas que dieron su vida por lo que tan bien se refleja en su primera secuencia en la que se discute, en una cafetería de París, sobre el poder del arte en los cambios sociales.