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Crítica: "El Gordo y el Flaco", por Javier Collantes

En un género cinematográfico como el biopic confluyen diversos aspectos de una biografía ilustrada: una selección de hechos acontecidos y licencias abiertas. Todo ello conforma el texto fílmico para narrar tanto alabanzas como miserias, grandezas y derrotas. Bajo dicha premisa, El Gordo y el Flaco nos presenta a Oliver Hardy y Stan Laurel, una gran pareja cómica del cine, en una época cuando el séptimo arte era un espectáculo visual.


Hardy y Laurel personifican la fusión entre el buen hacer de dos grandes artistas, ejemplifican la síntesis humorística de un estadounidense y un británico, dos artistas que, a ritmo de golpes y caídas, se alojaron en el cine mudo y el sonoro, dos grandes del 'slapstick', un proceso al que ellos llamaban 'ordeñar' la creatividad del humor, la comedia y los gags. A lo largo de su carrera, en sus 107 películas (1921-1951), lograron un éxito arrollador de público y crítica.


De una manera pragmática, el director de El Gordo y el Flaco, Jon S. Baird, construye una historia compleja en torno a este dúo que intenta relanzar su carrera cinematográfica, en 1952 y ya en el ocaso, a través de una gira teatral por Gran Bretaña e Irlanda. Con grandes genios como Chaplin, Keaton, Lloyd o los Marx, y los tiempos del majestuoso sueño hecho realidad del cine, El gordo y el Flaco caminaban por otros derroteros en su manera de mostrar la comicidad.


Su receta se basaba en un humor menos complicado, en hacer reír al espectador sin otras connotaciones ni pretensiones. El paso del cine mudo al sonoro, el bombín, las capacidades gestuales, su rivalidad y sus diferencias, sus problemas... son expuestas de una forma ágil, precisa, en un salto del tiempo, el declive y el olvido de dos actores con la vitola de mito. El Gordo y el Flaco, bajo la mirada de la BBC, constituye un ejercicio impecable respecto a la ambientación.


Consolidada como una textura televisiva hinchada a la pantalla grande, El Gordo y el Flaco resulta una película muy correcta, de calidad notable en dirección, composición musical y secuenciación de pura esencia cinematográfica en cada instante del metraje. Incluso con algún descenso, el relato conjunto remonta a base de trasmitir veracidad, en buen parte gracias a las sobresalientes interpretaciones de Jon C. Reilly y Steve Coogan.


El Gordo y el Flaco es algo que traspasa la mera biografía: la coherencia del tratamiento en sus diálogos, la acción de la gira teatral por la Gran Bretaña de la postguerra, el papel de las mujeres de Hardy y Laurel, los significados del apoyo - incluso con sus diferencias- y de la grandeza de una amistad... El Gordo y el Flaco es una película que no enmudece las palabras, una propuesta de cine dentro del cine notable.