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Crítica: "Durante la tormenta", por Paco España

Las películas son sensaciones y estas están íntimamente ligadas a las experiencias vitales. Hay películas que hemos visto hace muchos años y podríamos relatar todo su argumento al detalle, incluso podríamos decir en que cine la vimos, lo que hicimos ese día y lo que tomamos en el bar de al lado cuando salimos. Sin embargo, hay otras películas que hemos visto hace pocas semanas y, si nos preguntan, respondemos que no la hemos visto y, si al final nos acordamos, no podemos decir nada de su argumento porque nada es lo que permanece en nuestra mente de ella. Las sensaciones vacías que nos ha dejado se han evaporado como un charco callejero tras la lluvia de agosto.


La experiencia al ver esta película, al menos en mi caso, ha sido la de una verdadera abducción por parte de ella hacia mi consciente, lo que me ha permitido ver sus más de dos horas, prácticamente sin pestañear, y sentir la sensación de 'pero ya se ha terminado' cuando comenzaron a aparecer los primeros títulos de crédito. Esa inmersión en el argumento de la película ha creado una profundidad en mis sensaciones que pasarán a formar parte de mis recuerdos perdurables de difícil desaparición. Estamos hablando solamente de una película de entretenimiento, pero hecha con tino, honestidad y acierto, al menos el suficiente como para captar la atención del espectador hasta después de terminada la proyección, como se podía apreciar en las conversaciones de los grupos a la salida de la sala de cine.


Durante la tormenta utiliza un atractivo juego de la conexión entre distintos espacios temporales como ya se hiciera en la famosa saga de Regreso al futuro, con Michael J. Fox; en Frequency, película muy emparentada a esta pero que utiliza una estación de radio para esa comunicación; o la estupenda película coreana (con nombre italiano) Il mare, que años más tarde adaptaría Hollywood con el título de La casa del lago, de funestos resultados. En esta ocasión, los elementos que producen la comunicación ínter temporal son una gran tormenta eléctrica y un magnetoscopio (vídeo) de finales de los años ochenta. Esta comunicación ocasiona unos cambios en el pasado que crean una nueva realidad presente de efectos imprevisibles. La acción se va alternando entre la nueva realidad de 2018 y el momento del pasado en la que se cambió en 1989, creando una suerte de puzzle que se va construyendo con el transcurso de los minutos.


Su director, Oriol Paulo, está cosechando un gran éxito en un país tan distante y distinto como China y es el responsable de títulos como El cuerpo y Contratiempo, de los que también escribió el guión junto con Lara Sendim, películas con sólido argumento, bien construidas técnicamente y con acertados repartos, como en este caso con el buen trabajo de Adriana Ugarte (Julieta, La señora), el actor de estirpe Chino Darín (El ángel, La noche de 12 años), el televisivo Álvaro Morte (La casa de papel), el omnipresente Javier Gutiérrez (Campeones, El autor, Estoy vivo), la permanente calidad de Nora Navas (La adopción, Pa negre), además de Ana Wagener (Contratiempo, El reino, Tu hijo), Belén Rueda (Mar adentro, El cuerpo, Perfectos desconocidos), Francesc Orella (Merlí, Lasa y Zabala), Clara Segura (100 metros) y el niño Julio Bohigas-Couto, protagonista de Futbolísimos.


Esta película podría adoptar el famoso eslogan publicitario de un detergente de la década de los 80: 'Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo', y aunque se trate de una película española no será fácil encontrar otra más entretenida que esta.