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Crítica: "Wonder Wheel", por Javier Collantes

Con una filmografía realmente magistral, Woody Allen, incluso con sus películas aceptables, compone en cada uno de sus relatos una filosofía de su vida, aderezada por los tonos de un guionista que busca explicar, a través de sus historias, su verdadero interior o, simplemente, exculparse con su razonamiento sobre qué es para él el sentido de la vida. Con estos elementos, cada año, el director neoyorquino estrena una película.


Con mayor o menor acierto, Allen ofrece a sus seguidores relatos con estilo, aunque, en ocasiones ¿y quién no?, cuenta una historia que, a veces, se parece a las anteriores. Son los latiguillos que todo ser humano tiene, pero, a su favor, la lealtad para con uno mismo en ideas, formas y fondos, compendio que agradecen sus fieles película tras película, un girar que, precisamente ahora, continúa con su 'rueda de la fortuna'.


Años 50, Nueva York. Un parque de atracciones de Coney Island envuelve las vidas de una camarera, un operador de noria, un apuesto socorrista que desea ser escritor, una chica que huye de unos mafiosos y un niño pirómano a quien le apasiona el cine. Todos ellos protagonizan un relato de violencia y traición con los espacios de un cine teatralizado cuyas fuentes beben de Tennessee Williams y, en concreto, de Un tranvía llamado deseo.


La película contiene amargura y drama, contexto en el que Allen otorga menos humor del habitual, exteriorizando su alter ego en un personaje para narrar una historia de crudeza y realismo, dando rienda suelta a un espacio pesimista de una parte del ser humano. Personajes que no se salvan de sus propias miserias, sueños rotos en los que ni tan siquiera un vigilante de playa es capaz de salvar y salvarse. Un claro canto a los vacíos humanos.


Con estos puntos cardinales fílmicos, Allen construye un film menor que, a pesar de este calificativo, merece ser visto. Aunque su desigual sentido narrativo se nota por momentos en el devenir del metraje, al igual que los desequilibrios en el tiempo de sus personajes y la continuidad secuencial, Wonder Wheel resalta en la excelente textura telúrica de la fotografía de Vittorio Storaro, recargada con estilo y sentido en cada plano.


Allen suma la extraordinaria interpretación de Kate Winslet. La película es ella, magistral, y James Belushi, Justin Timberlake y el resto del reparto acompañan con registros interpretativos de gran nivel. Puesta en escena y banda sonora sí se conjugan con la historia. Este parque de atracciones nos habla del perdón, del amor, la desesperanza...  Un buen film, menos atractivo que otros suyos anteriores, pero la rueda de los trabajos de Allen continúa.